martes, 20 de febrero de 2018

(Varias) The Secret -Serial- Capítulo 10




Capitulo Decimo


            En cuanto volvieron las sacerdotisas del templo a la sala en la que habían tenido la reunión hacía solo unas pocas horas, DaWon decidió que era el momento indicado para contar lo que había encontrado en el libro de la Historia de los Cielos, que solo la muerte de una estrella podía desatar todo su poder y que ésta era la única forma para detener al Dios. No es que la bruja le hubiera tomado cariño a la Estrella, cuando prácticamente no habían entablado conversación, pero le parecía algo muy cruel hacer aquello, aunque eso supusiera poder derrotar a su enemigo y salvar el mundo. DaWon era una bruja de la luz, no una bruja de la sangre, por lo que la ponía muy nerviosa que tuvieran que usar ese método para triunfar en aquella batalla.


            Sin embargo, antes de que pudiera abrir la boca siquiera, un fuerte sonido resonó en las paredes del templo, haciendo que éstas vibraran y que algo de polvo cayera del techo. DaWon se tuvo que sujetar en su asiento y SooBin y DaYoung se agarraron de las manos fuertemente a su lado.

            —¿Qué ha sido eso? —preguntó una de las sacerdotisas, la chica del pelo largo.
            —MinHyung… —murmuró la elfa e, inmediatamente, se levantó del lugar en el que estaba sentada, dispuesta a salir por la puerta. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso, la voz de la Diosa hizo que se detuviera por completo.
            —Tu lobo está bien —le dijo—. Está escondido, esperando el momento oportuno de atacar. No es tonto y sabe perfectamente que enfrentándose de frente no tiene ninguna posibilidad.
            —Entonces… —comenzó DaWon—. ¿Él está aquí ya?

            La Diosa de la Paz dejó de mirar a la elfa y fijó sus hermosos ojos, brillantes como perlas, en ella. Por su expresión, la bruja podía decir que no, que no era el Dios de la Guerra quien había llegado, sino alguien más… alguien de quien no tenían constancia anteriormente y que la Diosa no esperaba allí.

            —No, no es él —respondió—. Como Dios de la Guerra, se le adjudicaron dos divinidades menores para que lo ayudaran en su cometido, de la misma forma que a mí también se me adjudicaron otras dos para mantener la paz —les explicó. A DaWon le sonaba algo de aquel tema, de cuando había estado aprendiendo sobre dioses—. Fueron despojadas de sus poderes y enviadas a convivir con los humanos, como parte de ellos… pero deben haberlos recuperado si están aquí.
            —Emiten un aura muy poderosa… —murmuró una de las sacerdotisas, LuDa—. El templo está pensado para que ningún ser masculino pueda penetrar en él y con las barreras es incluso más complicado que eso suceda… pero siento un aura femenina…
            —¿Dónde están tus ayudantes? —cuestionó entonces la Estrella, abriendo sus ojos por fin después de haber estado un buen rato descansando.
            —Son la primera barrera para que las amenazas no entren en Cosmic Earth —dijo la Diosa—. Se encargan de proteger el perímetro del planeta… han sido las primeras en enfrentarse a TaeYong en cuanto ha escapado de su prisión… pero me temo que no podemos contar con ellas más…

            Las gemelas, a su lado, se abrazaron fuertemente al escuchar aquellas palabras. Ellas también habían notado que no tenían posibilidades de hacerle frente a lo que estaba a punto de llegar hasta el templo, que aquella era una lucha suicida en la que a pesar de que lo dieran todo de sí mismas, no iba a salir nada bueno de allí. Por ese motivo, y aunque a DaWon no le terminaba de gustar la idea de usar la sangre de la Estrella para poder triunfar, la bruja haría de tripas corazón y lo soportaría, se guardaría aquella información para que nadie más lo supiera y dejaría que entre los grandes y poderosos seres del Universo, arreglaran las cosas.

★★★

            Repentinamente, un fuerte temblor sacudió el templo, como si éste hubiera recibido un gran golpe y XuanYi le puso la mano en la espalda a LuDa, que se había tambaleado, para estabilizarla. La chica le agradeció con un pequeño gesto que la hubiera ayudado y después la miró con una expresión que mostraba toda su preocupación, la misma preocupación que debían sentir todas allí. Las divinidades que estaban a las órdenes del Dios de la Guerra estaban tratando de derribar las barreras que acababan de poner hacía solo unos momentos y por la fuerza que los temblores tenían, la sacerdotisa podía adivinar que no tardarían mucho en caer… y entonces, como seres femeninos, podrían entrar al lugar.

            Puede que ellas conocieran mejor el templo y que pudieran esconderse y desaparecer de su vista, pero eso solo serviría durante unos momentos. No podían huir constantemente. Igualmente, si aquellas sacudidas seguían siendo tan fuertes y continuas, el templo acabaría viniéndose abajo y ellas quedarían atrapadas bajo las piedras del acantilado. Salir y enfrentarse a todo era la única oportunidad que tenían para sobrevivir a aquello… pero tampoco podían enfrentarse de forma abierta a aquellos seres tan poderosos o perecerían, tal y como lo habían hecho las divinidades asociadas a la Diosa.

            Estaban en un callejón sin salida y necesitaban un plan, pero no tenían tiempo para hacerlo.

            —¿Qué deberíamos hacer? —preguntó finalmente XuanYi.

            No estaba segura de que alguna le fuera a contestar, porque sabía perfectamente que no había ninguna opción correcta entre las que debían elegir y que todas eran demasiado peligrosas, pero ya habían llegado hasta allí y debían cumplir con aquella tarea para poder salvar el planeta de un horrible destino.

            —Vamos a salir —dijo la Diosa—. Entre todas deberíamos de ser capaz de acabar con las dos divinidades que se encuentran en la entrada antes de que TaeYong llegue.

            Todas asintieron, pareciendo convencidas, pero XuanYi sabía que ninguna de ellas lo estaba realmente. Justo después, caminaron fuera de la sala, siguiendo la estela de la Diosa y la Estrella, que abrían la marcha. Con cada paso que daban, el estómago de la sacerdotisa se revolvía más y más pensando a lo que se tenían que enfrentar, pero trató de concentrarse en erigir una barrera alrededor de todas para que tuvieran una mínima protección. Sin embargo, sola no podía hacerlo correctamente, por lo que buscó con la mirada a sus dos compañeras, hallándolas solo unos pasos por detrás. XuanYi se detuvo unos segundos hasta que éstas la alcanzaron y después se puso en medio de las dos y las tomó de las manos.

            —Vamos a protegerlas a todas —murmuró—. Al menos durante el mayor tiempo posible.

            Las dos asintieron y el agarre en sus manos fue más firme mientras el poder espiritual de las tres se mezclaba y comenzaba a crear una barrera protectora como la que habían utilizado para proteger el templo. Quizás no durara demasiado, pero al menos las salvaría a todas de los primeros envites de los seres a los que se enfrentaban, mientras ellas podían atacarlas… o al menos esa era la esperanza de XuanYi cuando atravesó la puerta del templo y la luz de la media tarde la cegó por un instante.

★★★

            Solo hacía unos minutos que habían llegado hasta la playa en la que se encontraba el templo de la diosa de la paz. Les había costado un poco encontrarlo, porque estaba protegido por varias barreras que lo hacían impenetrable incluso para ellas —pero eso era solo de momento—. EunSeo y ella ahora tenían el poder que habían tenido antes y con éste podían echar esas barreras abajo con varios ataques y después internarse en el templo y acabar con todas las almas descarriadas que la diosa había reunido para que la ayudaran. No obstante, no tuvieron que romper las barreras y entrar al templo para poder enfrentarse a ellas, puesto que éstas salieron por su propio pie del lugar —probablemente porque el templo se les caería encima en cuanto acabaran con las barreras.

            —Ahora no tenemos ni que entrar —comentó EunSeo a su lado, esbozando una sonrisa—. Nos han venido a encontrar.

            Cheng Xiao asintió, pero no compartió del todo su alegría. Frente a ellas, habían aparecido nueve jóvenes, dos de ellas bastante poderosas —puesto que se trataban de la diosa y de una estrella— puede que con las demás no tuvieran problema alguno, pero aquellos dos seres podrían hacer que sus vidas peligraran. La chica vio cómo repentinamente, de detrás de unas rocas, apareció también un lobo enorme de color grisáceo que se colocó delante de una de las muchachas, aquella que debía ser una elfa, por las orejas puntiagudas que tenía, sumándose también a esa especie de formación de ataque que se había colocado solo a una veintena de metros de ellas.

            Cheng Xiao vio cómo su compañera reunió un poco de su poder y lazó una bola de pura energía hacia aquel grupo; sin embargo, a un par de metros antes de llegar a la formación, ésta rebotó contra algo y se desintegró. No iba a ser tan fácil. Si habían puesto una barrera en torno al templo, era lógico que también hubieran puesto otra alrededor de ellas mismas para resistir a los ataques que pudieran lanzarles. No obstante, de la misma forma que podrían haber acabado con la barrera protectora del templo, también lo harían con aquella… no era tan potente como para detenerlas para siempre.

            En ese momento, Cheng Xiao se fijó en una cosa. Tres de las chicas que estaban ante ellas, se estaban cogiendo de las manos y tenían sus ojos cerrados… eso solo podía significar una cosa: eran ellas las que mantenían aquella barrera en alto. Para comprobarlo, Cheng Xiao les lanzó un ataque, dirigido directamente a las tres y en sus rostros pudo ver cómo ese ataque les había afectado especialmente y que no podrían aguantar mucho más.

            —EunSeo —llamó a su compañera—. Debemos atacar a aquellas tres chicas —le señaló—. Son quienes mantienen la barrera para que nuestros ataques no las afecten.

            Su compañera asintió y seguidamente envió un ataque contra las tres. La barrera que había en torno a aquel grupito se hizo visible durante un segundo y Cheng Xiao pudo ver cómo tembló. Solo debían continuar haciendo aquello por un poco de más tiempo hasta que por fin pudieran penetrar en la barrera y acabar con ellas antes de que llegara su dios para que éste no tuviera que preocuparse de aquella molestia. Sin embargo, tan concentradas estaban ambas en penetrar en la barrera para atacarlas, que ninguna de ellas pensó que desde detrás la barrera podían ser atacadas y, por eso, el rayo de luz las pilló totalmente desprevenidas. Cheng Xiao solo lo pudo ver cuando éste pasó por su lado, golpeando de lleno a EunSeo en el pecho, haciéndola caer de espaldas sobre la arena de la playa.

            —¡EunSeo! —gritó, sintiendo cómo se le encogía el corazón al verla inmóvil.

★★★

            YeoReum había estado demasiado ocupada concentrándose en reunir energía de la naturaleza a su alrededor en los últimos minutos para poder usarla en la batalla, tan ocupada que casi ni había sentido la presencia reconfortante del espíritu a su lado, pero agradeció que hubiera llegado hasta ella sano y salvo y que se introdujera dentro de la barrera protectora que habían creado las sacerdotisas para protegerlas. Sin embargo, aunque estaba muy concentrada en su tarea, la elfa pudo notar todas las energías de fuentes no naturales que había a su alrededor: el gran poder que emanaba de la Diosa y de la Estrella y los poderes latentes de las brujas.

            Estaban siendo atacadas, pero la barrera se mantenía intacta de momento, por lo que la elfa no se preocupó demasiado y continuó con su tarea, hasta que unos momentos después sintió cómo una gran energía de tipo eléctrico se acumulaba cerca de ella y abrió sus ojos para ver cómo las gemelas brujas se habían tomado de las manos con fuerza. En los días que habían pasado dentro del templo, YeoReum las había visto realizar conjuros y sabía que cuando los hacían juntas su magia era mucho más poderosa, pero nunca había sentido esa gran cantidad de energía procedente de ellas. Sus ojos se habían vuelto de color verde y sus cuerpos parecían estar siendo recorridos por aquella corriente eléctrica que estaban acumulando.

            Recibieron otro ataque y la barrera se tambaleó, no aguantaría mucho más, por lo que ella debía darse prisa. No obstante, antes de poder hacer nada, las gemelas brujas lanzaron su ataque contra una de sus enemigas, acertándole de pleno en el pecho y haciendo que cayera sobre la arena. La otra de las divinidades a las que se enfrentaban gritó algo y después se acercó a su compañera caída, probablemente sin reparar que todavía seguían en plena batalla y que eso la hacía vulnerable totalmente. A YeoReum no le quedaba mucho para terminar de recoger toda la energía que necesitaba, así que, en cuanto lo hiciera, la atacaría sin que pudiera hacer nada para defenderse.

            Sin embargo, antes de que pudiera terminar, la barrera recibió otro ataque, esta vez mucho más fuerte y lleno de cólera de parte de la divinidad que todavía se encontraba viva y la protección se deshizo como si nunca hubiera estado allí. YeoReum vio a las sacerdotisas tratando de levantar otra rápidamente, pero estaban demasiado cansadas, así que no pudieron hacerlo antes de que otro ataque se dirigiera hacia ellas. La elfa vio a la Diosa tratando de detener la bola de energía y fuego o desviarla para que no las tocara, pero el poder de aquel ataque era demasiado para ella, demasiado para que alguna de las que se encontraban allí pudieran hacer algo y éste se acabó introduciendo en su formación, alcanzando de pleno a MeiQi y a SooBin.

            YeoReum terminó de acumular la energía que necesitaba y acabó formando una bola de luz en sus manos, pura energía natural, y la soltó, dirigiéndola hacia su enemiga. No obstante, antes de que ésta pudiera llegar a su destino, se estrelló contra otro cuerpo que se había interpuesto, un cuerpo que emitía una energía demasiado poderosa y oscura que hizo a su cuerpo temblar. Antes de escuchar a la Diosa susurrando el nombre de TaeYong, la elfa supo perfectamente que ante ellas se encontraba el Dios de la Guerra.

★★★

            Todo había pasado demasiado rápido. La barrera que sus sacerdotisas mantenían erigida para protegerlas a todas había caído y, acto seguido, otro ataque se había dirigido hacia ellas. Bona lo había visto y había tratado de detenerlo con todas sus fuerzas, con todo el poder que tenía a su disposición, pero no había podido con la energía y el poder de aquel ataque, era demasiado para ella, que no tenía todos sus poderes como diosa. Inevitablemente, aquel ataque se había introducido en su formación y había acabado alcanzando a dos de las chicas, haciendo que, su energía vital desapareciera de forma inmediata.

            El corazón de la diosa se encogió, porque había sido incapaz de hacer algo por evitar que sucediera, ella solo tenía puestas sus esperanzas en que la estrella que había llamado pudiera acabar con él, pero no había previsto que aquellas divinidades se cruzaran también en su camino y lo hicieran todo tan complicado. Bona sintió en ese momento cómo una esfera de energía de la naturaleza salía de las manos de la elfa, tratando de alcanzar a la divinidad que les había lanzado el anterior ataque, pero éste no llegó a buen puerto porque antes de que pudiera alcanzarla, una figura oscura se interpuso y lo bloqueó, como si no fuera nada. Una figura que llevaba demasiado tiempo sin contemplar y que hizo que su corazón se detuviera durante unos segundos.

            —TaeYong —susurró.
            —Hace mucho tiempo que no nos vemos, hermana —dijo él—. Creía que me recibirías de otra forma mucho más agradable, con un beso apasionado o dejando que me introdujera en tu cuerpo, como antaño… pero no, me recibes atacando a mis subordinadas.
            —No tendrías que haber escapado de tu prisión —respondió ella—. Y deberías volver a ella.
            —No, hermana. Estás equivocada —le replicó—. Tú deberías haber estado conmigo allí durante todo este tiempo y ahora deberías estar a mi lado mientras destruimos este mundo. No quiero hacerte daño.
            —Jamás permitiré que destruyas Cosmic Earth —contestó—. ¡Jamás!
            —Inténtalo.

            TaeYong se preparó para atacar, pero en ese mismo instante, la estrella se separó de su lado y comenzó a caminar lentamente hacia el dios, con gran determinación, hasta solo quedarse a unos pasos de él. Bona sintió cómo su corazón se encogía. La estrella iba a cumplir con la misión que le había encomendado, iba a hacer lo que debía para poder solucionar aquello, iba a cumplir su deseo. El dios la miró sin comprender durante unos momentos, hasta que YeonJung sacó un cuchillo de sus ropas y antes de que nadie pudiera hacer nada por detenerla, se lo clavó profundamente en su corazón, haciendo que su sangre comenzara a manar y que el ser acabara de rodillas sobre la arena.

            —¡NO! —gritó TaeYong, pero ya no había vuelta atrás.

El deseo de Bona estaba siendo cumplido y el dios estaba comenzando a perder sus poderes de nuevo, tal y como lo había hecho la primera vez. Su hermano la miró, con odio puro en sus ojos y por un momento la diosa se sintió mal por hacer aquello, porque era sangre de su sangre, porque era el único al que alguna vez había amado… pero aquello era lo único que podía hacer y eso era lo correcto. Encerrar de nuevo a TaeYong en la prisión que había sido creada para él y así salvar el mundo y a todas las criaturas que habitaban en él.

★★★

5 meses después…

            Bona se acercó hasta la escalinata de mármol que subía hacia el lugar en el que se encontraba el busto de su amado y se sentó junto a él como acostumbraba para mirar hacia el mundo que se extendía a sus pies. Desde que había detenido el mal que había acechado el planeta, este estaba de lo más tranquilo y en paz a pesar de que la sangre había sido derramada para poder protegerlo. La diosa sentía una intensa punzada en su corazón cada vez que pensaba en las vidas que habían tenido que ser quitadas para que todo pudiera ir bien y en el dolor que éstas provocaban en aquellas que las recordaban.

            Pero el dolor poco a poco empezaría a remitir y poco a poco, el recuerdo de las personas que habían dejado atrás se iría diluyendo y todas aquellas que habían ayudado en aquella causa podrían seguir viviendo su vida… ese era el único regalo que Bona podía hacerles por los servicios que le habían prestado y por haber formado parte de aquello y haber jurado mantenerlo en secreto.





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