sábado, 9 de diciembre de 2017

(BangLo) STOP


          Título: STOP

          Personajes: Yongguk + Zelo [B.A.P]

          Tipo: Yaoi

          Género: Fluff | AU

          Clasificación: G/PG

          Descripción: A veces los sueños son más reales de lo creemos. Eso lo sabe perfectamente Yongguk, quien desde pequeño aprendió a ver el futuro más negro en sus pesadillas. Pero, ¿arriesgaría su vida para cambiar el destino? ¿Y por un muchacho al cuál no conoce? Mientras que Zelo no es más que un muchacho desdichado que vive la vida de manera aburrida, siendo su única pasión en la música. Pero todo cambiará cuando cree que está a punto de morir...

          Advertencias: Ninguna. ^^

          Notas: Este Oneshot es algo especial, lo hemos hecho entre dos autoras y que queríamos hacer algo en colaboración, nos aburríamos y una cosa llevó a la otra. La idea nos gustó y creemos que ha quedado una historia bastante buena ¡esperamos que os guste!


          La noche se ha vuelto aún más oscura, si es que eso era posible. Él corre mirando a todos lados buscando a alguien a quien no conoce pero que, irónicamente, ya ha visto antes.

          El tiempo avanza más rápido de lo que le gustaría y a cada paso que da siente un sabor amargo inundándole la boca, recordándole el fatídico final que se avecina. Debe darse prisa.

          De pronto, tras salir a una calle secundaria más alejada del gentío y el tránsito nocturno, nota un pálpito y sabe que está cerca.

          Acelera en dirección a un cruce y, entonces, le ve a lo lejos. Reconoce esa chaqueta con el estampado de «conejo macarra» y al joven que la viste con un par de cascos naranjas sobre su cabeza.

          Intenta llamarle y captar su atención, pero este no da señales de escuchar sus gritos. Así que corre hasta él, usa sus últimas fuerzas para intentar alcanzarle.

          De pronto el sonido de unas ruedas derrapando sobre el asfalto le alertan. Sin mirar para confirmar sus sospechas se lanza a la carretera en un último esfuerzo por salvarle.

          Pero entonces las luces del vehículo le deslumbran y al instante todo se vuelve negro. Todo es frío y silencioso hasta que el despertador golpea con crueldad sus sensibles tímpanos.

          Entonces finalmente abre los ojos y palpa su cuerpo comprobando que está empapado en sudor, pero vivo. Bang Yongguk acaba de sobrevivir a un accidente de coche, pero no sabe que ha sido del otro chico... Aunque cree saber la respuesta muy a su pesar.

          Porque si, en el fondo sabe que esa no es una pesadilla normal y corriente.


***


          Se había prometido a sí mismo que ese sería un día productivo, incluso organizó un horario para no desperdiciar ni un momento. Pero ahí estaba, sentado contra el cabecero de su cama, dándole vueltas a un único pensamiento en vez de prepararse el desayuno de una buena vez y darse una ducha.

          Pero estaba atónito y ligeramente aterrado. No movió un músculo durante unos largos diez minutos y, entonces, el sonido del claxon de un coche en la distancia le devolvió a la realidad.

          «Solo es un sueño, una pesadilla sin importancia.»

          Intentaba convencerse mientras deambulaba por su módico y reducido piso sin realmente hacer nada de provecho. Apenas había probado bocado y su diagrama del día se vio pisoteado cuando llegaron las once de la mañana y él seguía sin haber escrito ni un párrafo nuevo. Sí, era escritor.

          Una hora más tarde le llamó su representante y justo después el editor. Necesitaban establecer fechas para la revisión del manuscrito y la imprenta. Pero todo le daba vueltas, no iba sobrado de tiempo y aun así no podía evitar seguir pensando en aquel horrible sueño.

          Tras no encontrar nada aceptable que llevarse a la boca sobre las tres de la tarde, decidió pedir comida a domicilio y encerrarse hasta bien entrada la noche y terminar aquel capítulo de una buena vez. Aquel personaje secundario debía morir.

          Esa hubiera sido otra noche de ramen instantáneo y ojos irritados por la pantalla del ordenador, otro día sin sentido o motivación, sino fuera por aquel estúpido miedo que le carcomía por dentro.

          Sabía que era ilógico creer en algo así, pero no había sido la primera vez que había sentido que uno de sus sueños se cumpliría. Su abuelo siempre contaba cómo el pequeño Yongguk de cinco años había despertado en mitad de la noche y había corrido a la habitación de sus padres vaticinando un suceso alarmante.

          El niño lloraba desconsolado pidiendo ir a casa de su abuelo porque se encontraba mal, cuando en realidad el hombre aparentaba estar tan sano como siempre. Pero el menor insistió y el señor Bang tuvo que llamar a su suegro a las cinco de la mañana para comprobar su estado y avisarle de que le visitarían en pocas horas para tranquilizar la conciencia del pequeño. Y cuando la familia se reunió, justo tras desayunar juntos alrededor de la misma mesa, al abuelo le falló el corazón y gracias a la rapidez de sus padres este logró sobrevivir.

          Pero aquel no fue el único sueño premonitorio que tuvo, aunque si el más impactante y peligroso. Hasta los doce años lograba saber muchas cosas antes de que ocurrieran, como si su mascota iba a tener crías pronto o si el equipo de fútbol de su padre ganaría los partidos importantes de la clasificación.

          Pero hacía años que aquellos desveladores sueños trágicos no habían vuelto a turbar su descanso. Además, cómo iba a encontrar a un perfecto desconocido sin saber dónde ni cuándo ocurriría el accidente. Era una locura...

          Pero entonces, justo cuando decidió que no era responsable de la vida de otros, cogió sus llaves y el abrigo, y salió corriendo escaleras abajo por el bloque de pisos. Al llegar a la calle cerró los ojos y dejó que ese recuerdo volviera a inundar su mente e inmediatamente eligió un camino. No sabe cómo, pero sintió que era el correcto.


***


          La noche se había vuelto aún más oscura porque el alumbrado público también es más escaso. Yongguk corre mirando a todos lados histérico, buscando a ese muchacho a quien no conoce, pero que ya ha visto en su sueño.

          El tiempo parece ir en su contra, avanzando más rápido de lo que a él le gustaría, con un sabor amargo inundándole la boca, recordándole lo que ocurrirá si no logra encontrarlo.

          De pronto, tras salir a una calle secundaria más alejada del gentío y el tránsito nocturno, nota un pálpito y reconoce el lugar.

          Acelera en dirección al cruce que ya sabe que se encuentra allí y entonces le ve a lo lejos. Reconoce esa chaqueta con el estampado de verde de un conejo azul con máscara y al joven que la viste con un par de cascos naranjas sobre su cabeza.

          Intenta llamarle y captar su atención, pero sabe que no puede escuchar sus gritos. Así que corre hasta él, usa sus últimas fuerzas para intentar alcanzarle.

          El sonido de unas ruedas derrapando sobre el asfalto llega a sus oídos, pero sigue mirando al frente, en donde el muchacho ya ha puesto ambos pies en la carretera. Y, sin siquiera dudar un segundo, se lanza a la carretera en un último esfuerzo por salvarle.


***


          Si algo podía empeorar, lo haría sin lugar a dudas. Y así era la vida de Zelo. Pasaba a tarde concurrida en la tienda de comestibles 24h cuando él prefería estar tranquilamente solo escuchando música. Y cuando pensó que no habría nada peor que estar constantemente atendiendo a la gente, uno de los proveedores de la tienda llegó con enormes cajas que dejaron en medio de la tienda.

          Zelo las miro con el ceño fruncido siendo consciente que tendría que colocarlas en el almacén antes de que acabara su turno.

          No había sido un chico brillante en la escuela, se saltó muchas clases para estar fuera, en cualquier lugar donde se sintiera libre y sereno. Tampoco el tema familiar iba muy allá, y que tras vivir constantes peleas de sus padres, al tener la edad suficiente abandonó el hogar familiar para vivir en un cuarto alquilado con varias personas más. Conseguía pagarlo con ese trabajo que tenía, pero poco más. No podía decir que llevaba una gran vida.

          Esa mañana al levantarse supo que no sería un gran día, su propio cuerpo se lo decía. Cuando el dichoso despertador de uno de sus compañeros lo despertó de mal humor, supo que lo mejor era no levantarse ese día. Tampoco tenía mucho que hacer pero no deseaba pasar toda la mañana en ese cuarto donde un aire amargado lo deprimiría. Así fue como acabo en la calle, sentado sobre un banco en un paseo con sus cascos puestos.

          Observaba a la gente pasar, mientras una rítmica música sonaba en sus oídos. Su cuerpo reaccionaba solo, queriendo moverse al son de la melodía. Eso era lo que realmente quería hacer, bailar. El resto le importaba poco.

          El tiempo de descanso se le acabó y se tuvo que ir a su puesto de trabajo a la hora de la comida. Apenas comió fideos instantáneos y estuvo trabajando.

          Justo recordando cómo había ido su día, Zelo terminó de llevar la última caja al almacén. Estaba completamente agotado y deseoso de salir de allí corriendo. Sin embargo no podría irse de allí hasta que el próximo que cubría el turno de noche no llegase. Sin el reemplazo, no podía abandonar su puesto. Y allí estaba Zelo a la espera de poder volver a su casa, pero se hizo muy tarde cuando el chico que ocupaba su puesto llegó.

          -Lo siento, lo siento -dijo el chico acalorado. Había llegado corriendo y le faltaba la respiración-. Si es que me he entretenido y...

          -No me interesan tus motivos por los que has llegado tarde. Ponte el traje ya, que me quiero ir -dijo Zelo con antipatía. Sus motivos les eran irrelevantes. Solo quería marcharse de una vez de ese lugar.

          El chico se sintió un poco intimidado, agachó la cabeza y le hizo caso. En unos minutos, Zelo estaba fuera de la tienda. Por fin libre. Ya era demasiado tarde, todo el cielo estaba negro. Sería casi media noche ya. Pero eso no le importaba, solo olvidar todo por un momento y creer que estaba en otra vida que no era la suya.

          Tomó sus cascos naranjas, los enchufó a su teléfono móvil y se los puso. Incluso se encargó de ponerse bien su chaqueta favorita con un conejo en la espalda un tanto macarra. Era su momento de evadirse de su odiosa realidad. Metió las manos en sus bolsillos delanteros de los pantalones y comenzó a caminar sin prisa pero sin pausa por la calla ¿de camino a casa? Tal vez, a lo mejor se tomaba el lujo de darse un paseo antes de ir al sobre.

          Lo cierto es que iba caminando ausente, sin ser consciente de lo que le rodeaba realmente. Estaba más pendiente de la música que escuchaba. Tarareaba levemente esa melodía que sonaba que justo era una de sus favoritas actualmente.

          No estaba lejos de casa, ya había salido de las zonas más transitadas de vehículos y gente, y se encontraba en una calle secundaria. Solo tenía que cruzar al otro lado del cruce y estaría a unas calles de llegar a su penosa casa.

          Puso un pie en la carretera, tranquilamente, como otras veces había hecho. Sin embargo algo sucedió que lo complicó todo. Cuando ya estaba en medio de la carretera unas luces lo deslumbraron. Tuvo el tiempo justo para ver como un coche se acercaba a toda velocidad en su dirección. Lo iban a atropellar y no iba a poder evitarlo. O eso pensó cuando sintió como algo lo empujaba a un lado de la trayectoria del vehículo, quedando tumbado en el suelo con un peso encima.

          Zelo estaba aturdido ante la situación, pero al alzar la vista se encontró con un chico que lo había sacado de la carretera para así evitar ser atropellado. ¿Era su salvador?

          -¿Pero qué...? -se le ocurrió decir sin ser totalmente consciente de lo que había pasado, veía al chico que supuestamente le había salvado a su lado, con un brazo sobre él. Cuando se fijó un poco más, se dio cuenta de una gota de sangre que iba cayendo sobre su frente-. Eh...

          -¿Estás bien? ¿Te has hecho algo? -escuchó como le decía el chico, su salvador.

          -No creo, pero tú... -alzó una mano para señalar su frente. El chico parecía confuso cuando vio que señalaba su frente, así que con una mano se tocó para ver a qué se refería, pero no le dolía nada. Sin embargo cuando lo hizo sintió algo caliente, así que preocupado se miró la mano la cual estaba manchada de sangre-. Creo que es tuya...

          Ahora que se fijaba, tal vez del golpe se había dado hecho una herida al dar con el asfalto al caer. No sabía decir cuál de los dos estaban más confuso. Zelo se intentó poner de pie para ofrecer su mano al otro para ayudarlo a ponerse en pie. No lo rechazó ni mucho menos pero cuando puso uno de sus pies firmemente en el suelo, en su rostro se vio una expresión de dolor reflejada.

          -¿Te has hecho daño? -preguntó Zelo, más que preocupado. Si se había dañado en alguna parte más por salvarlo, le hacía sentirse responsable de ello-. Te llevaré a un hospital, no te preocupes, conozco la zona y hay uno por aquí cerca.

          -No te molestes, no es nada... -a pesar de sus palabras, su expresión de dolor no desaparecía.

          -Nada -Zelo pasó un brazo por debajo de los hombros de su salvador, para que se apoyara en él mientras caminaban a un paso lento y tranquilo por la calle. Había un centro médico cerca, lo conocía, así que podía llevarlo hasta allí.

          El chico no se había quejado en ningún momento ni le había dicho nada en todo el trayecto. Zelo en parte se sentía un poco mal ya que por su culpa, por su descuido, había hecho que una persona quedara herida. Qué menos que acompañarle hasta el hospital. No le importaba hacerlo, tampoco tenía nada mejor que hacer.

          Nada más llegar, lo acompañó hasta uno de los asientos de espera para que no siguiera de pie. No parecía que el dolor de aquel chico hubiera mitigado en todo el trayecto, si lo pensaba mejor tal vez hubiera empeorado debido al esfuerzo. Así que mientras que descansaba, él se acercó hasta una de las enfermeras para comentarle lo que había sucedido. La mujer con mucha amabilidad le comentó que avisaría para que lo recibieran y posteriormente rellenase la información sobre el paciente, el proceso habitual. Zelo se lo agradeció con una sonrisa y varias inclinaciones antes de volver con su salvador.


***


          Apenas le dolía la cabeza, sin embargo era el foco de atención para los médicos debido a la herida sangrante bajo el cuero cabelludo. En realidad su mayor molestia era el brazo izquierdo y el resto del costado de ese mismo lado, y con razón, habían sido las primeras partes de su cuerpo en impactar contra el pavimento.

          Pero no había nada grave en él, a menos que se contara con la ligera opresión en su pecho y mariposas en el estómago, eso sí parecía algo serio. Desde que abrió los ojos, aún tumbado sobre el duro asfalto, y contempló el hermoso rostro del chico que acababa de salvar, supo que se encontraba en graves problemas.

          Podría simplemente decir que era un ángel, pero ni con eso sentía que le hacía justicia. Él era un sueño, irónicamente hablando fue exactamente eso desde que despertó esa mañana en su cama, esta vez de carne y hueso. Y cuando abrió los ojos y contempló los del muchacho tumbado a su lado todo su mundo se agitó.

          -Necesito tus datos para rellenar la ficha, lo haré por ti. -le informó enseñándole el formulario mientras se sentaba junto a él-. Nombre, edad, domicilio, etc.

          -Bang Yongguk, 27 años, soltero... -fue dictando con voz grave y calmada.

          Zelo fue apuntando todo en orden hasta que dejó de escribir de repente y le miró extrañado, frunciendo el ceño de una manera extremadamente adorable. En ese mismo momento Yongguk se juró que jamás dejaría escapar a aquel chico de su mundo, se dejaría atropellar mil veces antes de permitirlo.

          -No pide tu estado civil. -le informó amablemente Zelo, aún sin comprender aquel coqueteo.

          -Lo sé. -dijo tras robarle la ficha y rellenar el resto de espacios en blanco-. Solo respondía a tu pregunta de si alguien cuidaría de mí cuando te marches.

          Aquello volvió a sorprender al muchacho, pero esta vez sí pudo entrever la dirección que había tomado la conversación.

          -¿No tienes a nadie? -Yongguk negó con la cabeza- ¿Ni un familiar?

          El mayor volvió a negar mientras sacaba su teléfono móvil de bolsillo de la chaqueta. Afortunadamente era un modelo tan antiguo como resistente y apenas tenía un par de arañazos en la carcasa.

          -¿Podría tener tu número de teléfono? Ya sabes, por si algo me pasara mientras estoy en casa...solo. -esta vez se aseguró de sonar más atrevido, clavando sus negras pupilas en las del menor.

          Este le observó un momento en silencio y de pronto se echó a reír. Ciertamente había algo cómico en que un chico con una gran venda en la cabeza intentara ligar con un desconocido en la salida de urgencias.

          Por un instante Yongguk creyó que este le rechazaría y le dejaría allí con el corazón roto y la cabeza a medio abrir, pero el menor cogió su teléfono y guardó un número nuevo bajo el nombre de "Zelo".

          -Te aviso de que soy un pésimo cuidador, -le advirtió- podría quemar tu casa intentando calentar agua de la bañera.

          Yongguk también rió y tras volver a guardar su teléfono en el bolsillo le respondió.

          -Tranquilo, tengo una habilidad innata para evitar catástrofes.



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