sábado, 25 de febrero de 2017

(JenLisa) Un Ángel en el Bosque -Mini Serial- Capítulo 2


          Notas: Lisa toma un papel importante en este capítulo al igual que Jennie ya que no salió en el anterior. Espero que os guste la historia, que la disfrutéis. ^^


          Un olor a hierba buena le sacó del profundo sueño en el que se encontraba. Jennie se dio media vuelta en el camastro, con un sereno rostro debido al sueño tan reparador que había tenido. El olor le resultaba no muy familiar, ya que en su propia casa no había hierba buena.

          Olfateó el ambiente para abrir a continuación los ojos y descubrió que no estaba en su cama, ni en su cuarto, como creía al despertar.

          Asustada, dio un salto en el camastro de madera, poniéndose al instante sentada. Miró a un lado y a otro, encogiéndose sobre sí misma, hasta que vio a un lado de la cabaña a una chica muy menuda, más o menos de su edad que la observaba con unos grandes ojos oscuros y brillantes. Un cabello rubio a su alrededor, le iluminaba el rostro y la hacía más angelical.

          -¿Quién eres tú? -preguntó Jennie al ver su inocente mirada sobre ella.

          -Eso debería preguntarte yo a ti. Esta es mi casa y te has entrometido en ella como si fuera algo muy normal -la chica rubia, puso sus brazos como dos asas a cada lado de su cuerpo.

          -Ah... ¿tú eres quien vive aquí? -lo cierto es que era un hecho que extrañaba a Jennie ¿cómo una chica tan joven, casi incluso más que ella, podía vivir sola en una cabaña perdida del bosque?

          -Sí, yo misma. Y si no te importa, me gustaría saber quién se ha metido en mi ausencia en mi casa, se ha zampado mi comida y se ha quedado dormida en mi cama.

          Jennie se asombró a sí misma al comprobar que no estaba asustada. Tampoco podía apartar la mirada de esa chica que le parecía tan espectacular. Tenía algo que no podía evitar que la observara como si nunca antes hubiera visto otra chica. Sus carnosos labios dibujaban una graciosa mueca, que destacaban al igual que sus ojos negros y su fina nariz por esa piel tan pálida que lucía.

          -Yo... Bueno, vivo en el pueblo que hay cerca de aquí... Aunque ya no sé qué tan cerca estamos, pero vivo allí. Y salí a buscar a mi perro Jack que se metió en el bosque y acabé perdida -hizo una pausa. Tras escucharse se dio cuenta de la gravedad de sus palabras. No sabía cuánto tiempo había pasado fuera, pero estaba perdida y no sabía volver-. Lo siento mucho, por todas las molestias pero he de volver a casa cuanto antes.

          -¡Eh, eh! ¡Quieta, espera! -la chica la detuvo cuando de un salto se bajó del camastro para marcharse-. Si ni siquiera sabes dónde te encuentras ¿cómo vas a volver tú sola?

          Sus palabras la hicieron recapacitar. Si volvía a salir al bosque, lo más seguro es que acabase más perdida de lo que estaba, por lo menos allí no estaba sola.

          -¿Y tú sabrías volver a mi pueblo?

          -Es probable, pero no sé si quiero hacerlo -la chica apartó la mirada de Jennie, dándole completamente la espalda ¿qué había dicho malo?

          -¿Por qué? ¿Es porque me he comido todo y he invadido tu casa? Si es por eso, ahora mismo te hago cualquier cosa para comer y te limpio la casa.

          -Es porque tu propio pueblo está destruyendo el bosque -confesó con una voz tan fría como la nieve en pleno invierno la rubia chica.

          -¿Qué dices? Si los ciudadanos siempre han cuidado hasta de la planta más pequeña y débil.

          -¿Eso crees? ¿Entonces porque están a punto de demoler gran parte del terreno del bosque para construir viviendas a todo confort? -le clavó la mirada, dura e impenetrable, que paralizó a una Jennie que no sabía nada de lo que hablaba.

          -Eso no puede ser... Mi padre es el alcalde y nunca permitiría nada similar...

          -Pues tu padre, el alcalde, es quien está promoviendo todo.

          -¡Eso no es verdad! ¡No te permito que digas cosas de mi padre que no son ciertas! ¡Es él quien ama más el bosque que cualquier otra persona y nunca le haría daño de esa manera!

          -¿Estás segura de ello? -a pesar de que Jennie estalló, ella seguía tranquila y serena-.Te llevaré a casa, pero antes, te mostraré todo lo que ya han hecho.

          -Muy bien, porque te vas a comer tus propias palabras -muy decidida, Jennie buscó su bolsa y se la puso en la espalda. Estaba muy segura de que esa chica no tenía ninguna prueba contra su padre, él jamás haría algo como lo que estaba insinuando.

          Jennie salió de la cabaña, esperando de morros que la otra chica saliera tras ella y la llevara de vuelta a casa. No pensaba dirigirle la palabra en todo el trayecto, consideraba que no se lo merecía. Tan solo se dejaría llevar hasta que la dejase en su pueblo, por lo demás, que se fuera al infierno.

          Con una mediana sonrisa en el rostro, la chica comenzó a guiarla por el bosque. Se iban alejando de la cabaña y Jennie comenzaba a tener sus dudas ¿de verdad debía fiarse de una completa desconocida que le había dicho cosas horribles de su propio padre? Suspiró, porque no le quedaba otro remedio que confiar en esa menuda chica si quería volver a su casa.

          El paso era lento, pero sin pausa.

          -Deberías levantar la mirada del suelo y observar todo lo que te rodea -escucho su melodiosa voz a mitad del trayecto.

          Jennie frunció el ceño, pero le hizo caso. Dejo de mirar donde ponía los pies para observar la vegetación que la rodeaba. Se quedó maravillada ante el espectáculo de colores que el bosque le estaba ofreciendo. Flores de vivos colores crecían cerca de viejos árboles, mostrando la hermosa vida que allí se albergaba. No era nada comparado con lo que vio antes de conocer a la chica, todo frío y oscuro.

          Una sonrisa de oreja a oreja lucía ahora Jennie. Se acercó hasta unas flores que desconocía completamente, pero que brillaban con un tono lila fuerte. Aspiró la fragancia que desprendía y se llenó los pulmones de un dulce aroma que la extasió.

          -¿Por qué no conocía este lugar antes? -preguntó animada, pasando a otra flor.

          -Porque por suerte esta es una zona que el ser humano no ha pisado. Si hubiera sido así, no existiría nada de lo que ves.

          -Hablas como si fuéramos de lo peor.

          -Los humanos son de lo peor. Destructivos y ansiosos por controlarlo todo.

          Una mueca de fastidió se dibujó en Jennie, que no duró mucho cuando pudo ver a una mariposa con los colores del arco iris posarse sobre una pequeña flor. Esa imagen, quedaba grabada en su retina por lo hermosa que fue. Jamás pensó, que tanta belleza se ocultaría a los ojos de cualquiera.

          Un quejido llamó su atención. Ignorando a la chica que la llevaba por el bosque, se desvió apartando unos matorrales. Ahogó un grito al encontrarse un pequeño zorro que se encontraba en el suelo, lamentándose por una pata que parecía estar rota. El animal la miró asustado y triste. Algo le decía a Jennie que estaba sufriendo y que tenía que hacer algo por él.

          -No pasa nada, no te asustes -murmuró al animal mientras se acercaba a él con las manos en alto para que entendiera que no iba a hacerle nada-. Quiero ver qué te pasa, a lo mejor puedo ayudarte.

          El zorro soltó un alarido de dolor cuando intentó alejarse de ella cuando se acercaba. Este sonido llamó la atención de la otra chica que llegó al instante. Palpó sin miedo la pata herida del zorro, mientras que este parecía encantado de que sus manos lo tocasen. Se mostró más relajado con ella a diferencia que cuando Jennie se acercaba.

          Se quedó mirando como la rubia le envolvía la pata con una venda que se sacó de abrigo que llevaba. Jennie no pronuncio ni una sola palabra, ya que estaba completamente encantada por la situación que estaba viviendo. Cuando el animal parecía recuperado y se alejó por sí mismo, se atrevió a preguntar algo que le rondaba por la cabeza.

          -¿Qué he había llevado a tener esa herida?

          -Seguramente alguna trampa de un cazador fallida, suele haber muchas por aquí de otras épocas anteriores -la mirada de la rubia parecía muy triste-. No es el primero, ni será el último que me encuentro así. No se merecen el sufrimiento al que se ven sometidos.

          Y sin decir nada más, emprendió el camino de nuevo. Jennie echó un último vistazo por donde se acaba de ir el zorro. Un sentimiento de pena por ese animal y otros tantos que había sufrido la acompañó el resto del camino. Pero eso no evitó que se diera cuenta que conforme iban alejándose del lugar donde estaba la cabaña, toda esa maravillosa vegetación iba desapareciendo, dando lugar a otra más simple y vulgar. La que ella estaba acostumbrada a ver.

          Las dos chicas no volvieron a dirigirse la palabra en todo el trayecto. Después de todo, Jennie quería formularle un sin fin de preguntas que habían ido surgiéndole a lo largo de la caminata, pero que no se atrevía a pronunciar después de ver la desolada mirada que por un momento, la rubia tuvo con el animal.

          Un sonido poco familiar, pero que Jennie supo saber de qué procedía, llegaron hasta sus oídos. Se escuchaban máquinas de construcción trabajando, pero que ella supiera no había ninguna demolición ni nada que reconstruir. Curiosa y extraña, se acercó hasta donde la chica rubia caminaba, quedándose justo detrás de ella. Quería preguntar que hacia donde se dirigían, pero no le hizo falta, porque pronto lo vieron.

          Una zona del bosque estaba siendo arrasada por grandes maquinas. Jennie observaba todo sorprendida y estupefacta. Excavadoras que trabajaban la tierra y arrancaban los arboles de raíz, maquinas que cortaban troncos y lanzaba los arboles a camiones donde luego lo transportaría y un sin fin de obreros que se movían de un lado a otro. A lo lejos, Jennie pudo ver un gran cartel que anunciaban unas grandes obras para la construcción de unas viviendas de lujo que atraería más gente.

          -No puede ser... -se llevó las manos a la boca. Aquello era una visión terrorífica. Cualquiera animal o ser vivo que viviera allí, se acababa de quedar sin su casa.

          -Te lo dije, pero no me quisiste hacer caso.

          -Pero estoy segura que mi padre no ha permitido esto. Tiene que ser un error o algo -aun no podía salir del estupor.

          -Cuando llegues a tu casa, se lo preguntas al señor alcalde, a ver que te dice.

          El puesto de su padre sonaba aterrador cuando salía de sus labios. Una de sus finas manos, tomó el brazo de Jennie para llevársela de allí. No era una imagen agradable de ver y debía llevarla a su casa antes de que anocheciera. El resto del camino, Jennie lo hizo cabizbaja. No podía borrar de su cabeza las imágenes de esas increíbles flores, del zorro herido, de la mariposa y de la destrucción de todo eso tan mágico.

          Pronto reconoció el pueblo donde ella vivía, e incluso podía vislumbrar su casa desde donde estaba.

          -Creo que este es el final del trayecto. Ya has llegado a tu casa.

          -Muchas gracias por traerme... Y por hacer que viera todo lo maravilloso del bosque y lo que están haciendo con él -Jennie se detuvo a su lado. Levantó la mirada para encontrarse con sus brillantes y profundos ojos, que desde el primer momento le gustaron.

          -No ha sido nada, me gusta ayudar a quien lo necesita -se limitó a decir la chica.

          -Bueno... Pues me despido de ti -con una inclinación leve, Jennie se dispuso a marcharse, pero se detuvo en seco para mirarla de nuevo-. No sé cómo te llamas...

          -Mi nombre es Lisa -su nombre era tan bonito como ella, y pronunciado con su voz, era muy melodioso escucharlo.

          -Yo soy Jennie, encantada de haberte conocido, Lisa -tras una amable sonrisa, Jennie se dispuso volver a su casa en busca de respuestas.

          Ya lejos de donde había dejado a Lisa, Jennie quiso romper a llorar, pero se contuvo. Su casa estaba vacía, su padre no estaba allí, aunque Jack sí quien salió a darle la bienvenida.

          -Con que aquí estabas, y yo buscándote como una loca -acarició la cabeza del animal a modo de saludo y se fue directa al despacho que su padre tenía en la casa.

          Como pensaba, estaba completamente vacío, pulcro y ordenado. No sabía por dónde buscar, pero si esas construcciones se estaban llevando a cabo, él tendría que tener unos papeles al respecto de ello. Rebuscando entre sus cajones, dio con una carpeta roja que no tenía ningún título. Eso le extrañó, porque su padre era tan ordenado, que cada carpeta tenía su título de lo que contenía.

          La abrió, y acto seguido se arrepintió de hacerlo. Eran contratos con la empresa de construcción, pagos y permisos firmados por su propio padre para la demolición del bosque y la construcción de viviendas. Lisa tenía toda la razón.


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2 comentarios:

  1. Realmente me ha gustado mucho está historia, espero que la continúen <3

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    1. ¡Hola!

      Sí, la historia tiene una 3º parte, pero es la última. ;;

      ¡Gracias por leer y por comentar! ^^

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