sábado, 28 de enero de 2017

(TaoKai) Triwizard Tournament -Serial- Capítulo 14


          Notas: ¿Qué es lo que les sucederá a nuestros protagonistas en el laberinto?



Capítulo 14
Te Quiero

          JongIn sentía que la tensión se podría cortar con un cuchillo en cualquier momento. Estaba espalda contra espalda con ZiTao, mirando hacia el corredor por el que habían llegado a aquel punto con fijeza. Escuchaba como algo se movía en dirección a donde ellos se encontraban, era un ruido que nunca antes había escuchado y que lo hizo ponerse todavía más alerta. Cada vez estaba más y más cerca y el chico sabía que aquello que se acercaba no podía ser nada bueno y que tenían que escapar lo más pronto posible de aquel lugar. Por ese motivo, el chico alargó su mano para tomar la del otro y así llamar su atención.

          —ZiTao… —murmuró.

          —Humm… —escuchó como respuesta.

          —Creo que deberíamos salir de aquí… ya…

          Apenas había terminado de decir aquellas palabras cuando una extraña, grande y peluda criatura apareció en su campo de visión. En ese momento, no dijo nada más porque las palabras sobraban y afianzó el agarre que mantenía sobre la mano de ZiTao, antes de echar a correr. El chico lo siguió sin cuestionar nada al ver que era lo que tenían detrás y corrió a su lado. Ambos recorrían los pasillos de aquel laberinto lo más rápido que podían, intentando poner distancia entre ellos y aquello que los perseguía, pero la criatura se acercaba cada vez más y más a ellos, por lo que comenzaron a lanzarle distintos hechizos para ver si con aquello podían frenarla o incluso dejarla paralizada, pero nada de lo que probaban surtía efecto.

          —¿Qué… podemos… hacer? —cuestionó ZiTao.

          —No lo sé… no le… afecta nada —respondió JongIn.

          Ambos estaban llegando al límite de su resistencia y estaban esperando por un milagro que los salvara de aquello, pero también eran realistas y sabían que lo único que los podía salvar era encontrar la copa o rendirse. No tenían más opciones. Siguieron corriendo, aunque cada vez iban perdiendo más terreno, atravesando los pasillos del laberinto, hasta que de repente se toparon con una pared frente a ellos que les impedía el paso.

          Estaban acorralados.

          —¡Maldita sea! —gritó ZiTao cuando la criatura llegó hasta ellos y no les dejó escapatoria posible.

          —Solo podemos hacer una cosa, lo sabes, ¿verdad? —murmuró JongIn.

          —Lo sé… lo sé

          Y sin decir nada más, ambos alzaron sus varitas hacia el cielo, de cuyas puntas comenzaron a salir chispas de colores. Después de enviar la señal, los dos se miraron a los ojos y se dieron un beso necesitado y desesperado en los labios.


★★★


          Cuando JongIn se despertó, se dio cuenta de que no estaba en ningún lugar mínimamente conocido. Se giró, mirando a un lado y a otro, buscando algo que lo ayudara a ubicarse y a tranquilizarse un poco, pero solo lo pudo hacer cuando vio a ZiTao durmiendo en la cama de al lado tranquilamente. En ese momento, el chico recordó lo que había pasado en la última prueba del Torneo de los Tres Magos. Habían sido acorralados por aquella criatura y habían tenido que rendirse porque no habían sido capaces de lanzarle un hechizo que la detuviese. Eso solo podía significar que SeHun había ganado inmediatamente, aunque no hubiera encontrado la copa y, por lo tanto, que la Academia Beauxbatons era quien había obtenido la victoria.

          Pero eso no era lo que tenía que importarle al chico. Desde el principio el Torneo no le había importado demasiado porque ni siquiera se había apuntado él mismo. Lo que más le importaba en aquel instante era saber si ZiTao estaba bien o no. Sin embargo, cuando intentó levantarse de la cama, vio que no podía moverse.

          —Oh, no, no, no —escuchó que le decía la voz de TaeMin. El chico se giró hacia el lugar del que procedía la voz de su mejor amigo y lo vio dirigiéndose hacia su cama—. La enfermera ha dicho que ni se te ocurra levantarte.

          —Pero…

          —No, ni se te ocurra —el chico puso una mano en su pecho para tumbarlo sobre la cama—. Tienes que descansar.

          JongIn quiso protestar de nuevo, pero la expresión del rostro de TaeMin lo detuvo de decir nada más y simplemente obedeció, tumbándose de nuevo sobre el colchón. Sim embargo, no dejó de mirar hacia la cama de ZiTao, donde el otro chico se encontraba. TaeMin suspiró llamando la atención del chico.

          —Está bien —le dijo cuando JongIn se giró hacia él de nuevo—. Solo necesita descansar, como tú —el chico asintió—. ¿Qué hicisteis? —cuestionó—. La directora McGonagall nos explicó que aquellos bichos no tenían por qué salir a no ser que hubierais hecho algo prohibido.

          —Quisimos ver el camino desde arriba —explicó JongIn, ganándose un golpe de su amigo.

          —Sois idiotas —le dijo.

          —Lo sé —TaeMin estaba sonriendo, pero luego se puso serio.

          —Tus padres estaba preocupados por ti, porque cuando salisteis del laberinto estabas desmayado y no podían entrar al castillo para verte —comentó.

          —¿Dónde están ahora? —preguntó JongIn.

          —Se tuvieron que ir hace un rato —explicó su amigo—, pero les dije que no se preocuparan, que estabas perfectamente, solo muy cansado.

          —Gracias —murmuró el chico—. Te debo una.

          —Tranquilizar a tu madre fue un poco complicado, así que me la voy a cobrar bien —le respondió. JongIn sonrió—. Descansa.

          —Sí.

          —Me tengo que ir al barco, así que no puedo vigilarte —siguió—, pero como no me hagas caso lo sabré.

          —Entendido.

          TaeMin se despidió de él y luego se fue de la enfermería de Durmstrang, dejándolo solo con ZiTao. JongIn intentó moverse de nuevo en cuanto la puerta se cerró tras su amigo, descubriendo que si se esforzaba un poco, podía hacerlo. Por eso, enfocándose en moverse poco a poco cada vez, el chico acabó incorporándose y levantándose de la cama. Como bien pudo, caminó hasta la cama en la que dormía ZiTao y cuando llegó hasta allí, se tumbó sobre ella, junto al chico. El pequeño viajecito lo había dejado muerto de cansancio, por lo que sus ojos no tardaron en cerrarse y el chico se quedó dormido, arrullado por los latidos del corazón de ZiTao.


★★★


          Cuando JongIn abrió los ojos de nuevo lo hizo porque estaba sintiendo una mano recorrer su espalda de arriba abajo lentamente. Le gustaba aquella sensación y sabía quién era la persona que se la estaba provocando, así que se acurrucó contra aquel cuerpo con una sonrisa en sus labios. Se estaba muy bien de aquella forma.

          —JongIn… —escuchó la voz de ZiTao susurrarle y se movió más contra él, pero alzando un poco su cabeza para observar al chico con sus adormilados ojos—. ¿Por qué estás en mi cama? —le preguntó con una sonrisa.

          —Quería saber si estabas bien —respondió con sinceridad—, y cuando por fin llegué aquí para comprobarlo me quedé dormido —la sonrisa gatuna de ZiTao se hizo un poco más amplia y JongIn se sintió algo avergonzado, por lo que escondió su rostro en el pecho del otro chico, escuchando el incesante martilleo del corazón de ZiTao.

          —Estoy bien —le aseguró el campeón de Durmstrang, volviendo a acariciar su espalda de la misma forma que antes y JongIn tuvo ganas de ronronear, pero se contuvo—. Supongo que al final ganaría SeHun.

          —Sí… al final ganó él…

          Después de aquellas palabras, el silencio se apoderó de la estancia y JongIn se dedicó a escuchar el cambio de ritmo del corazón de ZiTao, dependiendo de si jugaba con sus dedos sobre su pecho o no lo hacía. Le gustaba estar de aquella forma de aquel chico, pero en aquel momento recordó que no solo eran dos personas que querían estar juntas, sino que había algunos problemas. Los rumores de su relación le habían hecho ver que todo eran problemas, uno detrás de otro, y por si ser dos hombres no fuera ya bastante, se tendrían que separar en poco tiempo porque estudiaban en colegios de magia distintos.

          Esos pensamientos ensombrecieron el momento, pero JongIn intentó no reflejarlo en su rostro.

          —Ahora que ha acabado el Torneo… todos volveréis a casa… —murmuró ZiTao.

          —Sí… supongo que sí… —fue lo que respondió JongIn en apenas un murmullo.

          Otra vez, se hizo el silencio entre los dos chicos sin que ninguno de ellos pudiera evitarlo o quisiera hacerlo. Las palabras sobraban en aquellos instantes, al menos para JongIn, quien solo se acurrucó en el pecho del mayor. Aquello era algo que sabían desde el principio, en cuanto terminase el Torneo de los Tres Magos, JongIn volvería a Hogwarts, a casa, mientras que ZiTao se quedaría allí en Durmstrang porque aquel era su hogar. Lo sabían, pero nunca había cobrado tanta importancia ni tanto significado como en aquel momento. No iban a poder estar juntos por mucho tiempo.

          —JongIn… —lo llamó ZiTao, haciendo que el chico alzase su rostro para mirarlo y viera algo en este que hizo que un escalofrío de placer le recorriera el cuerpo—. Quisiera poder besarte una y otra vez hasta que ya no tuviéramos más remedio que separarnos…

          —¿Y por qué no lo haces?

          La propuesta de ZiTao no había sido nada sutil, así que el chico tampoco le dio una respuesta sutil. Su invitación estaba clara y el campeón de Durmstrang no tardó en hacer que se acomodara mejor sobre su cuerpo para así poder alcanzar sus labios con comodidad y besarlo. JongIn se sentía en el paraíso mientras los labios de ZiTao danzaban una y otra vez contra los suyos y su lengua juguetona guerreaba con la propia para hacerse por el control. Encajaban a la perfección y los sentimientos que explotaban dentro del pecho del menor eran suficientes como para detener los pensamientos de que les quedaba poco tiempo juntos y de que ojalá hubiera un hechizo que detuviera el tiempo para siempre justo en ese momento.

          Los dos chicos se separaron solo cuando el aire fue necesario para ellos y se miraron a los ojos. JongIn pudo ver un brillo en los ojos oscuros, penetrantes y rasgados de ZiTao, un brillo que había visto otra vez cuando fue llevado a rastras por sus amigos a su habitación, un brillo salvaje que lo impulsó a tomar el control de siguiente beso que se dieron, mucho más desesperado que el anterior, en el que sus dientes entraron en juego, mordiendo una y otra vez los labios ajenos. Poco a poco, el beso fue perdiendo intensidad hasta que ambos acabaron por separarse, pero dejaron sus frentes juntas, haciendo que sus respiraciones jadeantes chocaran la una con la otra.

          —JongIn… —lo volvió a llamar ZiTao—. Yo… quiero hacer algo por ti… —murmuró, dejándolo levemente confuso—. Déjame hacerte sentir bien… —JongIn no sabía realmente qué significado tenían aquellas palabras, pero simplemente aceptó porque era el otro quien le estaba proponiendo algo y porque la voz ronca con la que había dicho aquellas palabras era una promesa de que el chico lo pasaría realmente bien.

          Al tener aquel consentimiento, ZiTao lo movió con cuidado sobre la cama y cambió sus posiciones, haciendo que ahora JongIn se encontrase debajo de su cuerpo. Sin embargo, el mayor no dejó, en ningún momento, caer su peso contra él, apoyándose sobre sus codos y rodillas. El chico lo miró a los ojos con aquel intenso brillo y luego volvió a tomar sus labios durante unos segundos, para después comenzar a besar su mentón, la marcada línea del hueso de su mandíbula, su cuello, descendiendo más y más hasta que sus labios se toparon con el borde de su camiseta y no pudo avanzar más.

          En ese momento, ZiTao sonrió pícaro y descendió con rapidez, dejando su rostro a escasos centímetros de la entrepierna de JongIn, respirando contra esta, dejando que el chico notase su aliento cálido colarse por entre las telas, descubriendo así que tenía una erección de la que ni siquiera se había dado cuenta.

          —ZiTao… —jadeó, cuando una de las manos del chico tiró de la gomilla del pantalón que llevaba.

          —Te haré sentir bien —le prometió, mirándolo a los ojos con aquel brillo que a JongIn estaba empezando a gustarle demasiado.

          Por ese motivo asintió, asintió y dejó que el otro chico le bajase los pantalones y los calzoncillos solo hasta debajo de su trasero, dejando su miembro erecto solo por unos cuantos besos y roces a la vista. ZiTao se encontraba medio escondido bajo las sábanas de la cama de la enfermería, así que a veces no podía verlo bien, pero el chico estaba jugando con su miembro, tocándolo un poco para que se pusiera todavía más duro. A JongIn le gustaban las sensaciones que le estaba procurando y de vez en cuando tenía que morderse el labio inferior para no hacer ruido, estando tentado a lanzar algún hechizo para que no fueran escuchados y pudiera dejar de retener su voz. ZiTao pareció estar dentro de sus pensamientos porque en cuando dejó su pene apuntando al techo, lo miró con una sonrisa.

          —Puedes gritar todo lo que quieras —dijo—. Lancé un hechizo antes para que nadie nos escuchara hablar —JongIn asintió—, así que no te contengas… y déjame oír tu voz…

          Aquellas palabras prácticamente las susurró contra la sensible punta de su miembro y su aliento cálido hizo que JongIn se estremeciera y no pudiera contenerse de gemir débilmente. Sin embargo, la siguiente acción de ZiTao provocó que el chico se retorciera de placer, arrugando las sábanas en sus manos, anclando sus pies al colchón y alzando las caderas en busca de mucho más contacto de aquella lengua. JongIn obtuvo lo que quería, y más, cuando ZiTao se metió su miembro en la boca y comenzó a chuparlo una y otra vez, haciendo que JongIn gimiera cada vez más y más alto, hasta que finalmente no pudo aguantarlo más y se corrió dentro de aquella boca nacida para el pecado.


★★★


          Unos días después, JongIn se encontraba en el camarote que compartía con TaeMin en el barco de Hogwarts, todavía pensando en los momentos que había pasado junto a ZiTao en la enfermería y sonrojándose cada vez que recordaba ese momento en especial. TaeMin lo había sorprendido en más de una ocasión de aquella manera, pero no había querido decirle nada porque el chico tampoco quería saber absolutamente nada de lo que había pasado entre ellos dos, ya tenía bastante con llegar a imaginárselo y no era para nada agradable.

          —¿Cuánto piensas tardar en arreglarte, Kim JongIn? —le cuestionó, en cambio—. Ni que fueras una chica… de hecho, una chica tardaría mucho menos que tú.

          —Oh, cállate, TaeMin —le espetó, terminando de arreglarse la túnica.

          Iban a tener una fiesta de celebración por la finalización del Torneo, aunque primero había un banquete en honor del ganador, y les habían dicho que debían ir arreglados, aunque no tanto como para el baile de Navidad. El baile. Se le hacían tan lejanos aquellos momentos en los que, borracho, le había dado un beso a ZiTao que había sido el comienzo de todo.

          —Yo me callaré, pero tú llegarás tarde y eso no le gustará a la directora McGonagall —aquellas palabras fueron mágicas y JongIn se apresuró en terminar para luego salir corriendo junto a su amigo para no llegar tarde al banquete y así recibir la ira de su directora.

          Durante la comida, el director de Durmstrang dijo un pequeño discurso sobre la amistad y la fraternidad de las tres escuelas, sobre lo que todos los alumnos tenían que haber experimentado y aprendido de aquella experiencia y luego le dio la palabra a un visiblemente avergonzado SeHun, quien dio las gracias por todo y luego se volvió a sentar, rojo como un tomate. JongIn debía haber estado prestando atención a todo porque estaba en una mesa frente a todos, pero estuvo más pendiente de hacer manitas con ZiTao debajo de la mesa que de otra cosa.

          Cuando el banquete terminó y, por arte de magia, las mesas desaparecieron para dejar espacio libre para la fiesta, los dos chicos se tuvieron que separar a regañadientes, pero no dejaron de tener un ojo puesto en el otro durante toda la noche hasta que finalmente se pudieron volver a encontrar y se besaron una y otra vez bajo el amparo de la oscuridad que les proporcionaba aquella noche sin luna.


★★★


          Sin que JongIn se diera cuenta, su último día en Durmstrang había llegado y, en contra de lo que hubiera pensado cuando llegó allí tantos meses atrás, el chico no quería irse todavía de aquel lugar. El castillo seguía siendo un lugar lúgubre y oscuro y la magia negra que se respiraba en el ambiente le seguía dando escalofríos —y no de placer precisamente—, y algunos alumnos eran algo hostiles y hacía frío a pesar de ser mayo… pero JongIn le había cogido cariño a aquel lugar, sobre todo, le había cogido cariño a un habitante de aquel lugar.

          Pensar en ZiTao, pensar en que no le volvería a ver, hacía que se le encogiera el corazón, pero no podía hacer otra cosa más que marcharse, su vida estaba en Inglaterra y no en aquel lugar.

          La mañana de su partida, JongIn no dejaba de mirar a la mesa en la que desayunaba ZiTao con sus amigos con aire melancólico y suspirando cada dos por tres. Lo echaría de menos, lo echaría mucho de menos porque habían pasado tantas cosas entre ellos. El chico había sido su primer amor, su primer beso y la primera persona que lo había tocado de aquella manera y eso JongIn no lo iba a olvidar nunca.

          —Después del desayuno nos tenemos que ir, lo sabes, ¿no? —murmuró TaeMin a su lado y JongIn asintió. Lo sabía. Lo sabía muy bien.

          El momento final se acercaba, pero el chico no quería que lo hiciera, quería permanecer por mucho más tiempo en Durmstrang, junto a ZiTao. Pero las despedidas no tardaron en llegar y JongIn sabía que aquello estaba a punto de terminar. El chico se despidió de todos aquellos que se le acercaban con una sonrisa triste e intentando contener sus lágrimas traicioneras, muchos le sonaban, pero otros tantos eran caras nuevas, hasta que a él se acercó una chica menuda con un uniforme azul con una sonrisa preciosa en su rostro de muñeca que el chico reconocía perfectamente y se abrazó a ella fuertemente. Después de todo, SeulGi se había convertido en alguien importante para él.

          —Prométeme que me escribirás —le susurró cuando se separaron, tendiéndole un trozo de pergamino con su dirección.

          —Te lo prometo —respondió. La chica sonrió y luego le señaló un punto detrás de él. JongIn se giró, encontrándose al hacerlo a TaeMin y Sulli besándose como si les fuera la vida en ello—. Al final nuestros esfuerzos dieron resultado —comentó.

          —Al final sí —ella siguió sonriendo un poco más, pero después hizo un puchero antes de despedirse de él con otro abrazo corto.

          Después, JongIn se despidió de un par de alumnos más antes de ver a ZiTao entre la multitud. El chico tragó saliva y apretó sus ojos para que por nada del mundo las lágrimas afloraran en aquel momento. Cuando ZiTao se giró y sus miradas conectaron por unos segundos, el corazón de JongIn se detuvo. Interiormente sabía que lo que sentía por el otro era demasiado fuerte y que lo que ZiTao sintiera por él no estaba realmente claro, pero no le importaba demasiado, porque en aquellos momentos, el chico de Durmstrang caminaba hacia él, dispuesto a darle un abrazo de despedida. En un par de zancadas con sus largas piernas, el moreno se encontraba frente a él y tras mirarse unos momentos a los ojos, se dieron un fuerte abrazo.

          —Ojalá pudiera quedarme mucho más tiempo… —susurró JongIn, escondiendo su cara en el pecho del mayor—. Ojalá tuviéramos un poco de más tiempo.

          —Puedo conseguirnos un poco de tiempo —murmuró ZiTao, haciendo que el chico alzara su cabeza y lo mirara con los ojos como platos, esbozando con sus labios un “¿cómo?” que no llegó ni a pronunciar. El otro le sonrió de aquella forma que le encantaba antes de murmurar unas palabras y agitar levemente su varita. En ese momento, todo a su alrededor se detuvo—. Tenemos cinco minutos más —anunció. JongIn no podía creerse que el chico acabara de detener el tiempo, pero viendo cómo a su alrededor nada ni nadie se movía, decidió no desaprovechar aquellos minutos extra solo para ellos dos.

          —Te voy a echar de menos —dijo, antes de besarlo como nunca lo había besado, volcando todos y cada uno de sus sentimientos por él en aquel beso.

          —Yo también te echaré de menos… —respondió ZiTao.

          —Escribámonos durante el verano —le propuso JongIn, sacando un pergamino en el que había apuntado su dirección con anterioridad y dándoselo, tal y como había hecho SeulGi con él anteriormente—, así podremos saber cómo nos va y eso…

          —Sí, escribámonos —JongIn sonrió levemente por aquella respuesta porque eso significaba que no perderían el contacto.

          —Por Merlín, no quiero separarme de ti —murmuró JongIn, abrazándose de nuevo a su cuerpo—. No quiero… porque yo… —el chico tragó saliva. Estaba a punto de decir algo que nunca antes había dicho—, porque te quiero… —susurró finalmente.

          —Yo también te quiero… —escuchó murmurar a ZiTao en su oído y se separó de su pecho para mirarlo unos segundos antes de volver a besarlo desesperadamente, con su corazón estallando en miles de mariposas que recorrían el interior de su cuerpo porque ZiTao lo quería también.

          Sin embargo, no pudieron estar mucho más así porque el tiempo volvió a correr a su alrededor y tuvieron que separarse bruscamente, conteniendo las lágrimas.

          —Cuídate… —dijo JongIn.

          —Lo haré —respondió ZiTao—. Cuídate tú también.

          JongIn asintió y comenzó a andar hacia atrás, separándose poco a poco de ZiTao, hasta que, a un par de metros, después de morderse el labio inferior, se dio la vuelta y caminó hacia el lugar en el que todos lo esperaban, listos para subir al barco que los llevaría de nuevo a Hogwarts.

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