sábado, 21 de enero de 2017

(TaoKai) Triwizard Tournament -Serial- Capítulo 13


          Notas: Después de tantos meses viviendo en Durmstrang, por fin llega el momento esperado por todos... la Tercera prueba del Torneo de los Tres Magos... aquella que decidirá quién se lleva la victoria.



Capítulo 13
Tercera Prueba

          Los tres chicos salieron del despacho del director de Durmstrang después de que este les contara todo aquello. SeHun se despidió de ellos con un movimiento de cabeza y se alejó por el pasillo, dejándolos solos. JongIn miró a un lado y a otro antes de volver su vista hacia ZiTao, que lo observaba muy fijamente. El chico tragó saliva, nunca se acostumbraría a aquella intensa mirada por parte del mayor, y luego se acercó unos cuantos centímetros al cuerpo del otro. Estaban solos, podían tocarse, podían besarse, podían hacer lo que quisieran, todo aquello que habían estado reteniendo en los anteriores meses, pero cuando estaban a punto de rozar sus labios con los del otro, la puerta del despacho se abrió y por ella salieron las directoras de Beauxbatons y Hogwarts.

          JongIn había empujado a ZiTao hasta la pared contraria, donde la luz de las antorchas no llegaba y sus cuerpos quedaban en las sombras del pasillo, y las dos mujeres pasaron de largo, sin verlos. El chico soltó todo el aire que había estado conteniendo y después, alzó su cabeza un poco hacia ZiTao, encontrándose con que sus rostros estaban demasiado cerca. Solo se miraron a los ojos un par de segundos antes de cruzar la poca distancia que los separaba y besar los labios del otro con hambre, con ansia, volcando los sentimientos de añoranza por el otro, por estar así. Los chicos no dejaron de besarse hasta que el aire se hizo necesario, solo en ese instante, separaron sus bocas.

          JongIn dejó caer su cabeza contra el pecho de ZiTao aprovechando que era unos centímetros más bajito que él y la dejó allí, escuchando el repiqueteo del corazón del otro chico contra sus costillas.

          —Te he echado mucho de menos —escuchó que el otro le decía y sonrió—. Mucho.

          —Yo también —murmuró JongIn, que alzó de nuevo su cabeza para besarlo, pero justo antes de que sus labios se rozaran, la puerta del despacho se abrió otra vez y de ella salió el director de Durmstrang, paralizándolos por completo hasta que el hombre se alejó de ello.

          —Creo que estamos tentando mucho a la suerte —dijo ZiTao y JongIn estuvo de acuerdo en ello, así que le dio un pequeño beso antes de separarse de él y caminar hacia el vestíbulo sin mirar atrás para así no tener la tentación de volver a por ZiTao.

          Mientras caminaba hacia la salida del castillo para regresar al barco, JongIn comenzó a rememorar la conversación que habían mantenido algunos minutos antes con los tres directores sobre la tercera prueba.

          —La última vez que se celebró este Torneo murió uno de los participantes —dijo la directora McGonagall—. Un gran muchacho que no debería haber fallecido.

          —Sabemos que los tiempos no son como los de antes y que no hay ninguna amenaza sobre este Torneo —siguió la directora de Beauxbatons—, pero estad atentos, nunca se sabe qué es lo que puede pasar.

          —Por este motivo os pedimos que estéis atentos —les pidió el director de Durmstrang—. No queremos que haya ninguna muerte más ensuciando este noble Torneo.

          JongIn dejó que aquellas palabras que había escuchado se diluyeran en su mente. Por el momento no tenía que preocuparse por ello, todavía faltaba una semana para que tuviera lugar la última prueba, así que no debía comenzar a angustiarse tan pronto, ya tendría tiempo de hacerlo. Así que por eso, el chico se adentró en el barco despejando su cabeza de cualquier preocupación, encontrando en ella que todavía no había puesto en marcha el plan de SeulGi y que, quizás haciéndolo, se le olvidara todo lo demás. El chico sonrió y se puso en marcha.


★★★


          La mañana de la prueba, JongIn se levantó muy temprano y salió del barco antes incluso de que el pequeño y frío sol apareciera por el horizonte. Sus padres le habían dicho que iban a ir a verlo para aquella última prueba, así que él quería recibirlos antes de que esta tuviera lugar. Caminó hacia el lugar en el que se encontraba la entrada a pie a los terrenos del Instituto Durmstrang y esperó allí hasta que las grandes puertas de forja se abrieron de par en par, dejando paso a una serie de personas. JongIn buscó entre aquella multitud a sus padres, hallándolos a los pocos segundos y fue hacia ellos para darles un fuerte abrazo porque llevaba sin verlos desde el mes de septiembre.

          —Oh, cariño, no sabes cuánto te hemos echado de menos —le dijo su madre, respondiendo al abrazo.

          —Yo también… mucho —murmuró.

          El chico se separó de ellos y les dedicó una amplia sonrisa tranquilizadora, ante la cara de preocupación que recibió de ellos, que seguramente estarían pensando en lo que se avecinaría después.

          —Ten mucho cuidado luego —comentó su padre.

          —No os preocupéis, ya he pasado dos pruebas, esta última no va a ser peor que las otras —respondió JongIn.

          —Aun así ten cuidado —repitió el hombre, haciendo que este asintiera.

          —Os llevaré al castillo, allí debe de haber algún profesor encargaros de guiaros al lugar de la prueba —dijo—. Yo no puedo ir hasta allí todavía.

          —Vale, cariño —contestó su madre.

          Hicieron el camino inverso al que JongIn había recorrido anteriormente en solitario hablando con sus padres, contándoles cosas que no les había dicho en sus cartas y estos le respondieron con otras anécdotas sucedidas en casa. Parecía un encuentro normal y corriente entre un hijo con sus padres, pero no tenía nada de corriente, ya que JongIn tenía la posibilidad de morir en aquella prueba. Cuando llegaron a las escaleras que llevaban al castillo, una de las profesoras de Durmstrang los detuvo e hizo que se despidieran. El chico les prometió que comería un poco antes de enfrentarse a la prueba, algunas horas después.

          Una vez vio cómo sus padres eran llevados a otro lugar y se perdieron en la lejanía, el chico entró al castillo y buscó a sus amigos en las mesas del comedor para sentarse junto a ellos. No tardó demasiado en ubicarlos y dirigirse hacia allí. Por el camino, buscó con la mirada a ZiTao, hallándolo a unas mesas de distancia, demasiado concentrado en su desayuno como para darse cuenta de que JongIn había entrado en el lugar.

          —Buenos días —saludó a los tres chicos, sentándose en la banca junto a TaeMin.

          —Oh, ¿ya has estado con tus padres? —le preguntó este y JongIn asintió.

          —Sí, ya los han llevado para el lugar de la prueba y he estado un rato con ellos —contestó—. Cuando acabe todo esto podré estar con ellos todo lo que quede de día.

          —Gana pronto la prueba y así podrás estar más tiempo con ellos —le aconsejó Wendy con una sonrisa.

          —Todos sabéis que no voy a ganar —replicó el chico—. ZiTao es mucho más bueno que yo, acabará ganando él.

          —Eso no lo sabes —dijo JunMyeon—. Te has defendido muy bien en las dos pruebas anteriores, incluso llegaste a ganar una de ellas —apuntó—, y eres Slytherin, lo que quiere decir que eres muy astuto, así que no te menosprecies.

          —Bueno… lo que vosotros digáis, no voy a discutir —respondió finalmente, probando a tomar un poco de su zumo de calabaza, viendo que podía tragar sin ninguna dificultad.

          El chico se sorprendió por este hecho, ya que las dos anteriores veces había tenido muchos problemas para ello. Quizás era porque era la tercera vez que pasaba por aquello y ya no se sentía tan nervioso o quizás era por la presencia de sus padres, pero JongIn se encontró devorando su desayuno con ganas para así tener fuerza para encarar la tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos, sorprendiendo así a sus amigos.

          JongIn sentía que algo había cambiado dentro de él y esperaba que fuera para bien.


★★★


          Solos una hora después, JongIn tenía que dejar la compañía de sus amigos para dirigirse al lugar que le habían indicado y esperar allí con los otros dos campeones hasta que los guiasen hasta donde se celebraría la tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos. El chico estaba nervioso, pero no tanto como lo había estado las anteriores veces y eso jugaba a su favor, además, había ido sus padres a verlo, así que tenía que dar lo mejor de sí mismo para hacerlos sentir orgullosos de él.

          Cuando llegó a aquel lugar, en la parte posterior del castillo, ZiTao y SeHun ya se encontraban allí, así que se apresuró a llegar hasta ellos, colocándose a un lado de ZiTao. El chido de Durmstrang le dedicó una leve mirada de reojo que hizo que a JongIn se le pusiera el vello de punta. Daba igual lo que el otro hiciera, si mirarlo, tocarlo o besarlo, todas aquellas acciones provocaban grandes reacciones en su cuerpo. El chico sacudió su cabeza y decidió que tenía que prestar atención a otras cosas y no al hecho de que ZiTao estaba demasiado cerca, tanto, que si movía su mano solo unos centímetros, podría acariciar la del otro sin que nadie se diese cuenta.

          JongIn estuvo tentado a hacer aquello último, pero no pudo realizarlo porque en ese momento aparecieron los directores de las tres escuelas de magia ante ellos.

          —En la última prueba os vais a enfrentar a un laberinto —comenzó el director de Durmstrang—. Llegad al centro lo más rápido que podáis y tomad la Copa de los Tres Magos, quien llegue primero, será el ganador, ya que no se tendrá en cuenta la clasificación resultante de las otras dos pruebas —el hombre los miró a todos seriamente—. El laberinto puede ser muy peligroso, así que tened cuidado y si veis que estáis en gran peligro, no os olvidéis de lanzar chispas con vuestra varita, ¿entendido?

          —Sí, señor —dijeron los tres a la vez.

          —Bien, vamos ahora hasta la línea de salida —los tres directores echaron a andar y los chicos no tuvieron más remedio que seguirlos inmediatamente.

          JongIn caminaba mirando fijamente al suelo, ya que no sabía si quería o no ver qué era lo que se extendía delante de él, por eso mismo no notó cómo ZiTao se pegaba un poco a él hasta que sus hombros se rozaron y su mano agarró la suya, colocando ambas tras sus cuerpos para que nadie pudiera verlos. El chico se sorprendió y giró su vista hacia ZiTao, quien simplemente le sonrió de forma pícara y le pidió que se comportara como si nada extraño estuviera ocurriendo entre ellos. JongIn sonrió a su vez y volvió a agachar su cabeza, sintiendo cómo su corazón martilleaba en sus oídos, taponándolos ante el ruido que llegaba desde el lugar al que se dirigían y que se alzaba ante ellos.

          Una vez llegaron, recientemente, los chicos soltaron sus manos y se separaron un poco para aparentar normalidad. JongIn alzó su cabeza y vio algunas gradas, todas llenas de gente hasta rebosar, así que, por mucho que miró, no pudo ser capaz ni de encontrar a sus padres ni a sus amigos, por lo que fijó su atención en el director de la escuela anfitriona, que en aquellos momentos explicaba de nuevo, pero de cara al público lo que debían hacer.

          —Por aquí, señor Kim —le dijo la directora McGonagall—, sígame —el chico obedeció inmediatamente, yendo tras la mujer hasta colocarse en una de las entradas que se habían abierto al laberinto. Los otros dos siguieron a sus respectivos directores hasta los lugares de los que tenían que partir ellos y cuando todos estuvieron colocados en sus respectivos puestos, el hombre volvió a alzar su voz.

          —Que comience la última prueba del Torneo de los Tres Magos.

          Durante apenas unos segundos, JongIn se quedó clavado en el lugar en el que se encontraba, pero después, al recordar el momento tan importante en el que se encontraba, no tardó en coger aire e introducirse en aquel laberinto hecho con paredes de varios metros de altura que probablemente estarían hechizadas. El chico se dio el lujo de mirar una última va hacia atrás antes de que un muro de hormigón tapiase el lugar por el que había accedido al laberinto.


★★★


          A un lado y a otro de JongIn solo había paredes y más paredes, daba igual cuánto corriera en la dirección que fuera, era incapaz de encontrar nada que le sirviera de pista sobre cómo llegar al centro de aquel laberinto, donde se encontraba la copa. La oscuridad se cernía sobre él y la vaga iluminación que procedía desde la punta de su varita no era suficiente para disiparla y el chico se sentía un poco intimidado. Desde que había entrado al laberinto sentía cómo si la magia negra que notaba cuando se encontraba en el interior del castillo de Durmstrang tuviera mucho más peso allí dentro y esto solo hacía que JongIn sintiera que debía salir de allí lo más rápido posible.

          Quizás no fuera para tanto, quizás sus miedos se habían incrementado al adentrarse en el laberinto, quizás se estaba volviendo paranoico y realmente no estuviera sucediendo nada, pero el chico tenía la piel de gallina y esta vez no era debido a la presencia de ZiTao.

          Pensar en ZiTao lo calmó y lo angustió por partes iguales. Lo calmó porque su presencia era tranquilizadora y porque pensar que cuando salieran de allí podrían encontrar algún hueco para estar los dos a solas lo hacía sacar fuerzas de lugares en los que el chico jamás había pensado que pudiera poseerla; pero igualmente se angustió un poco, pensando en cómo lo estaría pasando dentro del laberinto, si estaba bien o no. En el cielo, prácticamente oscuro por la sombra de las altas paredes del laberinto, JongIn no había visto ningunas chispas que indicasen que algo malo pudiera haberle ocurrido a él o a SeHun, así que intentó relajarse y centrarse.

          Tenía que dar con el camino correcto para encontrar la copa. Eso era lo único en lo que debía pensar.

          El chico siguió corriendo, buscando una y otra vez, pareciéndole exactamente igual todas las secciones del laberinto, aunque este seguro que debía tener infinitos recovecos, todos diferentes los unos de los otros. Sin saber qué podía hacer más que deambular de un lado a otro, JongIn quiso experimentar usando su mano como guía, apoyándola en una de las paredes para seguir el camino de esta forma, a través de su tacto, por si había algún truco en el laberinto; sin embargo, cuando lo hizo, la pared comenzó a moverse repentinamente hacia él, como si quisiera estamparlo contra la otra pared.

          JongIn gritó de terror antes de salir corriendo lo más rápido que sus piernas le permitieron, intentando alejarse lo más pronto posible de aquel pasillo para no morir aplastado. Las paredes se cernían más y más sobre él, pero el chico no veía ningún otro camino que tomar y estaba demasiado tentado a utilizar la señal acordada, pero se contuvo de hacerlo y siguió corriendo más y más hasta que finalmente, un camino se abrió a su izquierda y lo tomó, chocándose de frente contra algo y cayendo al suelo por el encontronazo.

          —Ouch —se quejó, intentando levantarse del suelo, pero sin poder hacerlo porque sus piernas dijeron que ya habían hecho suficiente por años.

          —¿Estás bien? —el reconocimiento de la voz que le hizo aquella pregunta hizo que el chico alzase inmediatamente la cabeza, descubriendo a ZiTao ante él, tendiéndole la mano para que la tomase y se ayudara de él para incorporarse. No le hizo falta mucho para tomar aquella mano y dejar que la fuerza de ZiTao lo alzase del suelo y lo pegara contra su pecho.

          —Creo que estoy muy cansado —murmuró.

          JongIn sentía como si sus piernas fuesen de la más blanda de las mantequillas y su corazón latía ensordecedoramente dentro de su pecho, mientras que este subía y bajaba agitado. El chico sabía que le 90% de aquellos síntomas estaban provocados por la carrera que se acababa de dar, pero el otro porcentaje restante era por la presencia de ZiTao junto a él.

          —¿Qué ha pasado?

          —No se te ocurra tocar las paredes —le advirtió, alzando un poco su cabeza del pecho del otro chico para mirarlo a los ojos—, comienzan a juntarse hasta que ya no queda pasillo en medio —con un esfuerzo enrome, medio giró su cuerpo para señalarle que el lugar por el que había llegado allí ya no existía.

          —Entonces solo debemos tener cuidado con no tocarlas —respondió el otro, esbozando una sonrisa.

          —¿“Debemos”? —cuestionó JongIn, sin entender a lo que se refería.

          —Solo si no te importa caminar conmigo por el laberinto —murmuró el mayor, haciendo que los ojos del chico se abrieran un poco por la sorpresa.

          —No me importa —respondió unos segundos después.

          ZiTao se apresuró a sellar aquella promesa con un pequeño beso antes de agarrar de la mano al chico y comenzar a tirar de él para que caminara a su lado. JongIn se dejó guiar porque en aquel momento sintió que si era el otro quien lo guiaba, podía ir a cualquier parte. Había tenido esa sensación antes también, pero no de forma tan intensa y le gustaba bastante.

          Aquel lugar sombrío y aterrador por el que ambos caminaban, se le hizo a JongIn un poco más claro y mucho menos aterrador. Probablemente se debía a la presencia de ZiTao junto a él, así que el chico no le hizo mucho caso a las nuevas sensaciones y se dedicó a concentrarse en el laberinto. Debían ser capaces de llegar al centro, lugar en el que se encontraba la copa, pero por más que caminaban, ese lugar no parecía estar cerca de ellos de ninguna manera. Eso hacía que se frustrara un poco, pero al menos ya no se encontraba solo en aquella inmensidad.

          —JongIn —escuchó que lo llamaba ZiTao, después de llevar bastante tiempo caminando en silencio.

          —¿Sí?

          —Estoy pensando una alternativa a caminar en círculos por este lugar —murmuró.

          —¿En qué piensas? —preguntó JongIn y ZiTao se detuvo para girarse hacia él.

          —¿Confías en mí? —cuestionó. El chico no sabía a qué venía aquella pregunta, pero tras algunos segundos mirando los oscuros y rasgados ojos de ZiTao, asintió—. Perfecto.

          El campeón de Durmstrang dijo unas palabras en un idioma que JongIn no pudo entender y, segundos después, su cuerpo era alzado del suelo.

          —Esto… ¿qué? —gritó a la vez que se elevaba.

          —Desde ahí arriba podrás ver el camino correcto hacia el centro del laberinto, así podremos llegar antes allí —le dijo ZiTao desde abajo.

          Era una buena idea, sí, y JongIn se llamó idiota interiormente porque no se le había ocurrido a él. el chico negó con la cabeza y después miró a su alrededor, dándose cuenta que la parte superior de los muros estaba solo a una mínima distancia. Con una sonrisa, se dispuso a buscar la dirección en la que debían moverse para llegar al centro del laberinto, pero justo antes de poder hacerlo, una barrera mágica le impidió subir los últimos centímetros y lo precipitó hacia el vacío. JongIn gritó mientras caía a gran velocidad, hasta que, a unos pocos metros del suelo, esta se suavizó y cuando abrió sus ojos vio a ZiTao con su varita alzada, sosteniéndolo mediante un hechizo.

          —Hay una barrera —le dijo.

          —No se me había ocurrido… —murmuró el chico, alzando sus brazos para recoger entre ellos el cuerpo de JongIn y bajarlo a tierra.

          Aquel momento en el que se miraron a los ojos bien pudo haber durado horas y horas porque ninguno se hubiera quejado, pero apenas fue un segundo, ya que un sonido los alertó de que algo iba realmente mal. Los dos chicos se separaron rápidamente y miraron a ambos lados del corredor, con sus cuerpos en tensión. Al parecer, con aquel atrevimiento habían activado algo en el laberinto.

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