jueves, 15 de diciembre de 2016

(YeLu) The Guardian -Serial- Capitulo 2


Notas: ¿Os gustó el capítulo anterior? Espero que sí y que disfrutéis este también. ^^



   En ningún momento había dejado de darle vueltas al asunto que había llevado a Dokyun hasta mí. Me encontraba frente a una gran pantalla que irradiaba diferentes colores a los que no prestaba ni la más mínima atención. Exactamente, estaba en una furgoneta aparcada cerca de la casa del político.

   Mi mente estaba muy lejos, en mi habitación, reviviendo los motivos de Dokyun para designarme tan ardua tarea. Y lo más misterioso de todo ¿Por qué tanto secreto? Era algo que me tenía muy inquieta.

   -No estás concentrada, así no podremos hacer nada -las palabras de Caolu me hicieron volver al momento actual con brusquedad.

   Un gruñido fue mi respuesta, respondido por un chasquido con la lengua por parte de la otra. Aún seguía la situación tensa entre ambas. Solo habíamos hablado lo justo y necesario para concebir el plan.

   Era sencillo. Entrar a una casa protegida por guardias, alarmas y cámaras. Llegar hasta el tipejo y acabar con él. No podíamos tener otro momento para hacerlo, ya que al ser un personaje público siempre estaba rodeado de gente y nosotras debíamos ser lo más discretas posibles.

   Aunque un Guardián matase, ningún ente de espionaje o policial daría con él. La Guardia estaba muy por encima, además, los Guardianes no estaban registrados en ninguna base de datos, solo la de La Guardia, que era inaccesible. Por no hablar de las huellas dactilares, que prácticamente no teníamos. Nos las quemaban cuando éramos bien pequeños.

   No dejábamos ni un solo rastro. Si alguien nos descubría y nos denunciaban, era un caso perdido. Sin embargo, estábamos comprometidos a dejar el menor número de testigos posibles como última opción. Lo ideal es que no hubiera ninguno. Por eso, un político solo en casa y con la familia fuera, era la mejor oportunidad que teníamos.

   -Vámonos ya -cansada de tan larga espera, di luz verde para ejecutar nuestro plan.

   -¿Estás segura?

   -¿Me estás cuestionando? -la reacción que tuve con mi voz fría y penetrante, tal vez no fue la más adecuada, pero no me arrepentía de ello.

   Caolu no volvió a pronunciar algún sonido apenas, y eso lo agradecía. Necesitaba toda la concentración del mundo, ya me disculparía en un mejor momento.

   Tras haber pasado horas observando todos los movimientos de los guardias, o por lo menos haberlo fingido por mi parte, éramos sabedoras de sus turnos y qué zonas quedaban sin vigilancia a ciertos momentos. Una vez dentro sería mucho más fácil para Caolu desactivar todas las alarmas y cámaras, y estaríamos a tan solo un paso de acabar con esa tediosa misión.

   Con ayuda de unos ganchos y una cuerda metálica, saltamos el muro de piedra que rodeaba la casa en un abrir y cerrar de ojos. Justo esa zona, era un punto negro para las cámaras y las alarmas, un lugar que solo seriamos vistas por los guardias.

   -Tenemos diez minutos hasta que venga uno -le indiqué con un gesto de la mano que se pusiera a hacer su trabajo. Infiltrarse en la red de cámara y alterarlas de forma que fueran con media hora de retraso. Lo que proyectarían sería lo que grabaron antes. Con eso, contábamos con media hora para hacer lo que debíamos hacer y marcharnos.

   Las alarmas estaban más próximas al perímetro de la casa. Desde mi posición ya había visto una caja de cables en una de las paredes donde podría desactivarlas, pero antes, debía esperar a Caolu.

   Justo cuando quedaban cinco minutos para la siguiente ronda de guardias, me hizo una señal de que ya estaba hecho. Rápidamente, fui directa a la caja y tras conectar un pequeño dispositivo que se encargaría sólo de desactivar las alarmas desde los cables de la electricidad, me puse en pie esperando que llegara hasta mí.

   -Ya podemos entrar -con la palma de la mano, le indiqué que fuera cautelosa y poco llamativa mientras se encargaba de abrir una ventana que daba a unos de los cuartos de baño de la casa. Por allí nos colaríamos sin ser vistas.

   Observé cómo minuciosamente abría la ventana. Era una gran Guardiana. Caolu era de las mejores, aunque nadie supiera valorarla como yo lo hacía.

   Al llegar a los diez minutos, cuando un guardia pasaba por donde estábamos nosotras, ya nos encontrábamos en el interior del baño. Sin hacer ruido abrí la puerta, dando con un largo pasillo lleno de cuadros y chismes antiguos.

   -Despejado -le susurré antes de salir las dos al pasillo, como si de dos ladronas nos tratáramos.

   -Debe estar en el salón si no hay ningún error. Al final de este pasillo -me informó Caolu, quien era la que portaba una pequeña tableta con los planos de la casa.

   Desenfundé una de mis gemelas, mientras nos deslizamos hasta nuestro objetivo por si era necesario usarla. Ahorraba los segundos que tardaba en sacarla.

   Por suerte, la puerta del salón estaba entreabierta y pudimos ver, que el dichoso político estaba allí atendiendo a sus correos tranquilamente, sin saber que estaría a punto de morir. Esos segundos donde yo sabía lo que sucedería, cuando viera el miedo y las súplicas en esos ojos de cobarde tras haber hecho horribles acciones. Era una sensación que no cambiaría por nada en el mundo.

   Con una de mis señales, Caolu fue la primera en entrar, con un arma fuera y apuntando a la víctima. El regordete político se asustó al vernos, totalmente vestidas de negro y con armas en las manos.

   -¿Qué queréis? ¿Quiénes sois? Coged todo lo que querías pero no me hagáis nada -¿Tanto le imponemos?

   -No nos interesa ninguna pertenencia tuya, solo buscamos algo en concreto -Habló Caolu seria y concentrada. Nunca lo diría pero un fuego interno se apoderaba de mí cuando la veía tan amenazante y peligrosa.

   -¿El qué? Cogedlo, pero iros, no quiero sufrir nada -el hombrecillo temblaba con un flan. Tan poderoso que se creía y se sacudía como un cobarde.

   -Venimos a por tu vida -y en un abrir y cerrar de ojo, Caolu había apretado el gatillo. Un disparo perfecto y limpio del que hubiera disfrutado con ganas si no fuera por el grito ahogado a nuestras espaldas. Un imprevisto.

   -Mierda -murmuré siendo capaz de reaccionar al instante. La mujer del político estaba en la puerta del salón con el rostro demacrado al presenciar la escena. Había sido testigo de cómo matábamos a su marido a sangre fría.

   Lo más sencillo era matarla a ella también. Pero no estábamos autorizadas para hacerlo. Cogí del brazo a una Caolu estupefacta al haber sido pillada in fraganti y salimos de la habitación por una de las puertas correderas que daban al jardín.

   Escuchaba a la mujer llamar a gritos a los guardias. Llegué a ver a uno de refilón, que lo pillamos por sorpresa, pero que no dudo en lanzarse a por nosotras. Teníamos un plan de escapada por si esto sucedía, por lo que estaba algo calmada pero a la misma vez, ansiosa.

   Con la agilidad de una bailarina de ballet, Caolu saltó el muro con facilidad. En cambio a mí me costó un poco más engancharme a este para saltarlo.

   Una vez al otro lado, escuchamos como las alarmas comenzaron a funcionar con un odioso sonido. Por suerte, nuestro furgón estaba allí esperándonos.

   Ambas entramos rápidamente y siendo yo la conductora, arranque el vehículo sin pensarlo para perdernos cuanto antes entre el tráfico y las calles de la ciudad, para así, volver a La Guardia.


***


   Nos encontrábamos en una sala donde debíamos esperar los resultados, las consecuencias y todo lo relativo a nuestra misión. Para mi entender, todo había salido bien, aunque en el último minuto casi se tuerce todo.

   -La mujer no debería haber estado allí. Se suponía que estaba fuera y que no volvería hasta mañana -comenzó a decir Caolu. Imaginé que se lo estaba diciendo a sí misma, pero yo intervine aun así.

   -Se le olvidaría algo. Por suerte pudimos hacerlo sin problemas y salir vivas.

   -¿Por suerte? -mis palabras al parecer la cabrearon y yo no entendía el motivo-. ¿Qué suerte va a tener una mujer que ha visto cómo asesinaban a su esposo?

   -No lo sé -me encogí de hombros-. Y tampoco me importa, es algo completamente ajeno a mí.

   -Esto es increíble -Caolu soltó un bufido con sarcasmo. Un detalle que me molestó bastante, ya que me desconcertó.

   -¿Qué te pica ahora? Es algo que hacemos casi a diario y nunca antes te habías puesto tan sentimental.

   -¡Porque nunca antes he matado a alguien delante de uno de sus seres queridos! -guardé silencio cuando ella estalló-. El rostro de terror de esa mujer me va a perseguir por las noches. Se supone que lo que hacemos es por el bien de todos. Pero nunca nos hemos parado a pensar qué sucedería alrededor de esa gente a la que asesinamos.

   -¿Y desde cuando importa eso? Hacemos lo que se nos ordena. Vivimos para eso.

   -Debería importar mucho. Hacemos daño a otras personas ajenas y nos da igual. Deberíamos trabajar con otros métodos donde no haya afectados con un alto calibre.

   -¿Crees que algunos se merecen clemencia o el perdón? Si haces eso con un secuestrador que ha matado niños ¿cómo crees que se sentirán los padres si perdonas a los asesinos de sus hijos? ¿No crees que pidieron a gritos su muerte? ¡Joder! -me levanté de la silla completamente furiosa. Aquella estúpida conversación me estaba enojando por momentos.

   -No sé ni por qué insisto contigo. Si ni siquiera tienes corazón -de nuevo aquellas palabras fueron como unas dagas mortales que se le clavaron en mi pecho.

   Me dolió lo que dijo, es cierto. Pero yo misma fardaba de no tenerlo, por lo que no debería ni excusarme. Aunque el hecho de escucharlo de sus propios labios, me afectó más de lo que creía.

   Iba con intenciones de aclarar el asunto, cuando una pantalla ante nosotras se encendió, dando paso al joven rostro de uno de los encargados de turno.

   -Vuestra hazaña ha causado algunos problemas que ya están resueltos. Se consideran un infortunio fuera de vuestras manos. La misión ha finalizado con éxito. Sigan bien hasta la siguiente orden -nada más desaparecer la luz en la pantalla, Caolu salió de allí antes de que me diera tiempo tan siquiera a reaccionar.

   Así era mejor. Desde esa mañana, había una tensión entre las dos, y si es cierto que había aguantado era por cumplir lo que se nos había ordenado. Si fuera por mí, no me hubiera visto en todo el día.

   No la culpaba. Las dos teníamos diferentes formas de pensar y ella sí que tenía corazón, uno muy grande al que no llegaba a comprender del todo.

   Caolu tenía ideas que a mi entender eran locas y descabelladas. Imposible de pensar para mí. No me arrepentía de lo que dije, pero en cierta manera llegaba a sentirme un poco incómoda por tener que estar de morros con ella. Como si fuéramos dos niñas chicas.

   Lo único que nos enfrentaba era que Caolu defendía lo indefendible. Cada una con sus ideas totalmente diversas y contrariadas.

   Sin ánimos de nada, decidí pasear de camino a mi habitación por el cuartel. Opté por tomar el camino más largo, así me despejaría un poco antes de llegar. Nunca antes había caminado por algunos de esos pasillos. Más que nada, porque no se me había perdido nada por allí.

   Distraída en mi mundo, me vi ante una escena que apareció sin que yo la buscara. Jei se encontraba allí, portando algo entre sus manos, además de que vigilaba su alrededor como si temiese que la vieran. Me escondí a tiempo antes de que tuviera la oportunidad de verme. Se la veía muy sospechosa, como si estuviera ocultando algo importante.

   Pude ver como abría una de las puertas del pasillo en el que se encontraban, la que se veía más antigua, y se perdía en su interior. De normal, no me hubiera interesado en esa chica, pero su comportamiento tan dudoso solo conseguía que me entrara curiosidad por lo que ocultaba.

   Estuve muy tentada a seguirla en el interior de donde diera esa puerta cuando vi que tardaba en salir, sin embargo, en seguida salió. Con las manos vacías.

   Vigiló de nuevo que nadie la viera mientras cerraba la puerta y se marchó apresurada. Decidí esperar, para que hubiera cierta distancia entre las dos antes de que me acercarse a la puerta a examinarla.

   Giré el pomo de esta, pero nada, no cedía. Probé a empujarla, pero tampoco funcionaba. Dichosa puerta. A pesar de ser tan vieja, tenía un lector de apertura con tarjetas. Aquello había sido implantado muy recientemente según podía ver en su borde.

   Maldición. Puede que ahora no pudiera saber que escondía Jei tras esa puerta, no obstante, el hecho de que estuviera cerrada a cal y canto, solo me motivaba más a buscar una manera de penetrar allí.

   Sea lo que fuera que Jei ocultara allí, lo acabaría descubriendo. Eso lo juraba yo.

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