domingo, 23 de octubre de 2016

(TaoKai) Triwizard Tournament -Serial- Capítulo 2


Notas: Después de nuestro protagonista ser seleccionado para ir a Durmstrang (sin querer), ¿qué es lo que le esperará en aquellas inhóspitas tierras norteñas?

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Capítulo 2
Durmstrang


            JongIn todavía no podía creerse que fuera a viajar a Durmstrang para echar su nombre en la Copa del Torneo de los Tres Magos, pero ¿quién en su sano juicio se lo creería? Ni siquiera sus padres cuando les había mandado la lechuza se lo habían creído. El chico no tenía nada de especial, ni era ningún cerebrito, ni se le daban especialmente bien los hechizos, era más bien un mago corriente y para nada excepcional. Así que seguía sin entender por qué había sido seleccionado, y así se lo había hecho saber a la directora McGonagall cuando fue a su despacho días atrás.

            —¿Por qué yo? —le preguntó. La mujer lo miró por encima de sus gafas y los demás chicos y chicas que se encontraban en el lugar también se volvieron hacía él, incrédulos.

            —No debería cuestionar el criterio de sus profesores, señor Kim —contestó ella—. Si está aquí, por algo será.

            —Pero yo no tengo nada especial… —comenzó, pero la mirada de la directora lo dejó callado.

            —Señor Kim JongIn —dijo su nombre y el chico notó todo su cuerpo temblar bajo el poderío de su voz—. Ha sido seleccionado para representar al Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería en el Torneo de los Tres Magos entre todos sus compañeros de Slytherin, así que puede tomarlo o dejarlo, pero eso hará que el colegio tenga un representante menos.

            Las palabras de la directora y su penetrante mirada hicieron que JongIn tragara saliva con lentitud y que se sintiera terriblemente mal por cuestionarla. Así que asintió con su cabeza, a la vez que TaeMin contestaba por él.

            —Lo toma, JongIn viene a Durmstrang.

            JongIn salió de sus pensamientos cuando notó el codo de TaeMin en sus costillas y miró a su alrededor, descubriendo que ya no se encontraba en su habitación en las mazmorras sino que estaba en el patio principal del colegio, junto a los otros siete alumnos que habían sido seleccionados —dos por cada Casa—, y rodeados por todos los demás estudiantes de Hogwarts.

            El chico tragó saliva. Estaba bastante asustado. Nunca había salido de Reino Unido y por lo que había investigado en los anteriores días Durmstrang se encontraba muy al Norte de Europa, en Noruega o Suecia, nadie lo sabía con seguridad. También había oído muchos rumores sobre los chicos que estudiaban allí y que las Artes Oscuras era la Magia que más se practicaba, así que se encontraba sumamente acojonado.

            —TaeMin —murmuró—. TaeMin —lo volvió a llamar y su amigo se giró hacia él disimuladamente.

            —¿Qué quieres? —preguntó.

            —No te separarás de mí en todo el viaje, ¿verdad? —TaeMin le sonrió.

            —No, solo te tiraré al fondo del lago cuando lleguemos a Durmstrang para que te congeles —respondió, y JongIn le pegó el en brazo, porque él estaba hablando seriamente, sin bromas—. Tranquilo, te juro que no me separaré de ti en ningún momento.

            —¿Ni cuando veas a alguna chica del colegio que te haga tilín y la persigas hasta que por cansino te diga que sí, que sale contigo? —le preguntó.

            —¿Hay chicas en Durmstrang? —gritó TaeMin y se giró hacia él completamente, sin importarle que estuvieran rodeados de gente y que estos tuvieran sus ojos puestos en ellos.

            —Shhh… —JongIn miró a un lado y a otro, viendo que los que estaban a su alrededor no se habían dado cuenta de lo que había dicho—. Sí, he estado investigando y también ha chicas en aquel colegio.

            —Entonces me lo pasaré genial… —murmuró su amigo.

            —Salido —susurró, pero TaeMin no lo escuchó, porque si no le habría lanzado algún hechizo.

            JongIn aprovechó aquel momento para mirar a su alrededor. A su lado se encontraban los dos que habían sido seleccionados por la Casa Ravenclaw, un chico con unas gafas redondas y pinta de ser el listo de su promoción —a JongIn no le sonaba, por lo que debía ser un año mayor—, y una chica de sonrisa afable y con las puntas del pelo tintadas del color que representaba a su Casa —ella sí era de su año y a JongIn le sonaba que se llamaba Wendy—. Intentó mirar un poco más allá para buscar a los representantes de Hufflepuff y Gryffindor, pero no pudo hacerlo, porque la directora comenzó a hablar.

            —Mis queridos alumnos —dijo—. Durante este curso no podré estar en Hogwarts porque estaré junto a los representantes de vuestras Casas en Durmstrang para el Torneo de los Tres Magos —se escucharon algunos gritos y felicitaciones—. Nos iremos ahora y volveremos tras la última de las tres pruebas, prácticamente a finales de curso.

            Tras decir estas palabras, la directora echó a andar. JongIn quiso echarle un último vistazo al castillo, pero el tiempo apremiaba y simplemente siguió los pasos de TaeMin sin volver la vista atrás.


★★★


            El viaje en barco a JongIn se le hizo eterno. Muchas veces se había mareado en el expreso a Hogwarts, así que aquel bamboleo le puso mal cuerpo y durante todo el trayecto estuvo tumbado sobre las piernas de su amigo, con su cabeza dando vueltas y con unas ganas terribles de vomitar hasta su primera papilla. Por eso, cuando TaeMin le anunció que ya habían llegado a su destino, no podía creérselo.

            —¿Es en serio o me estás tomando el pelo? —le preguntó.

            —¿Alguna vez te he hecho algo malo cuando estabas pasando por un mal momento? —cuestionó.

            —¿Y cuándo ganamos la final de quidditch el año pasado? —murmuró el chico y notó cómo TaeMin reía por la vibración de su cuerpo, seguramente al recordar el momento.

            —Eso fue para tener un recuerdo —contestó.

            —Me hiciste una foto mientras lloraba abrazado a la copa y luego esta salió en la primera plana del periódico de la escuela —dijo, intentando levantarse de aquel lugar, pero la cabeza comenzó a darle vueltas de nuevo—. Creo que mejor me voy a quedar aquí otro ratito.

            —Pero tenemos que salir…

            —Tómate esto —de repente, una mano que sostenía una copa apareció en su campo de visión y alzó un poco su vista, descubriendo al chico de Ravenclaw—. Después de tomar esta poción te sentirás mejor —le dijo. JongIn lo miró con duda—. Oh vamos, no es veneno —bebió un buche—. ¿Ves? No me he muerto —el chico asintió y, con ayuda de TaeMin, se incorporó, aguantando las arcadas, hasta quedarse sentado para poder tomar la copa que le estaba siendo ofrecida y beberse luego su contenido del tirón.

            —Gracias… —murmuró—. ¿Cuál es tu nombre?

            —JunMyeon —contestó el chico, subiéndose las gafas con el dedo corazón—. ¿Y tú?

            —JongIn.

            —Encantado.

            —Lo mismo digo —sonrió JunMyeon.

            —Yo soy TaeMin —interrumpió su amigo—, aunque parece que a nadie le importa.

            JongIn quiso contestar algo, pero no pudo hacerlo porque en ese momento llegó una de las dos chicas que habían sido seleccionadas de Gryffindor para avisarles que debían salir ya o la directora se enfadaría y por experiencia sabía que McGonagall enfadada no era algo agradable de ver. Así que las palabras quedaron ahogadas, al igual que sus ganas de vomitar y los tres chicos salieron del interior del barco a la cubierta, donde ya se encontraban los demás.

            JongIn miró a su alrededor y se quedó flipando.

            Se encontraban en medio de un gran lago rodeado por sus cuatro costados por altas montañas que tenían sus picos cubiertos por nieve. El chico sintió el frío calando sus huesos y deseó haber cogido su capa abrigada antes de salir al exterior, pero no le había dado tiempo.

            —Wow —escuchó murmurar a TaeMin a su lado y siguió la dirección de su mirada, encontrando algo que había pasado por alto: el castillo.

            Se alzaba imponente sobre los acantilados que descendían hasta el lago en el que se encontraban, de una manera parecida a la que lo hacía Hogwarts, pero daba una sensación completamente diferente. El castillo era de piedra oscura y parecía mucho más tosca, también era más bajo e infinitamente más pequeño que el lugar del que venían, pero aun así tenía su propio encanto y JongIn quedó completamente embelesado con aquella maravillosa vista.

            —Es media tarde —anunció la directora—, por lo que tenemos que esperar a que sea la hora de la cena para entrar en el castillo —todos los alumnos asintieron ante sus palabras—. Quedaos aquí dentro del barco hasta que regrese, tengo que presentar mis respetos al director de Durmstrang.


★★★


            Horas después, cuando ya llevaba unas horas siendo de noche, la directora McGonagall regresó al barco. JongIn se había pasado la tarde jugando con TaeMin los naipes explosivos, juego al que después se habían unido los representantes de las demás Casas y que finalmente había ganado Ravenclaw, como era de esperarse.

            —Ya es casi hora de la cena —les anunció la mujer—. Así que coged vuestros abrigos, nos vamos al castillo.

            JongIn sintió anticipación mientras tomaba su ropa y se abrigaba bien para salir al aire frío del norte de Europa, la misma clase de anticipación que había sentido el primer día que iba a pisar Hogwarts tantos años atrás, cuando se montó en una de las pequeñas barcas para cruzar el Lago Negro. Estaba emocionado porque iba a entrar en otra escuela de Magia y porque estaba allí por haber sido elegido para echar su nombre en la Copa de los Tres Magos. Por este motivo, caminó al paso ligero que impuso la directora sin quejarse, porque quería llegar lo más pronto al castillo.

            La ascensión por las empinadas y resbaladizas cuestas fue algo complicada, y quizás un poco agotadora, pero si McGonagall, con todos los años que tenía encima, lo estaba haciendo por segunda vez y sin signos evidentes de cansancio, sus alumnos tampoco debían mostrarlos, aunque estuvieran asfixiados.

            Una vez llegaron a la cima, JongIn se quedó sin aliento, y no por la ascensión, sino por las imponentes puertas de madera y metal que se alzaban ante ellos, cortándoles el paso al interior del castillo. La directora McGonagall esperó a que todos llegasen antes de colocar su mano sobre estas y hacer que las puertas de doble hoja se abrieran hacia dentro con un leve chirrido, dejando ver un patio empedrado que debían cruzar antes de llegar a otras dobles puertas que probablemente darían ya al interior del edificio central. Atravesaron el patio y luego se detuvieron, esperando a que la directora abriera las puertas de nuevo. JongIn aprovechó aquellos instantes para mirar a su alrededor, a los muros de piedra oscura que los rodeaban y se sintió un poco intimidado quizás, aunque sabía que no debía sentirse así. Las segundas puertas se abrieron y dejaron ver un espacio tan distinto al de Hogwarts que JongIn quedó impresionado y asustado por partes iguales.

            Todo era tan oscuro, lúgubre y bajo comparado con su castillo… y las pocas notas de color que podían verse desperdigadas por el lugar eran todas rojas como la sangre, dándole un aspecto tétrico al conjunto. El chico llevaba cinco años viviendo en la Sala Común de Slytherin, junto a las mazmorras y bajo el Lago Negro, pero incluso sin recibir luz solar, aquel lugar era mucho más luminoso que el vestíbulo del castillo del Instituto Durmstrang.

            —Es todo… —comenzó JongIn, pero se detuvo al no saber expresar con palabras el sentimiento que aquello le provocaba.

            —Muy oscuro —acabó TaeMin su frase, pero en su rostro, el chico pudo ver que quería decir otra cosa más y que no sabía cómo.

            —Como si la Magia Negra habitase este lugar, ¿verdad? —comentó detrás suya JunMyeon. Ambos giraron sus cabezas y asintieron—. Es porque la Magia Negra habita este lugar.

            Los dos chicos se Slytherin tragaron saliva ante la revelación y se dieron cuenta de que eran ciertas las palabras del chico y que el ambiente estaba cargado de ese tipo de magia. En otros tiempos, los miembros de su Casa no habrían tenido ningún problema con aquella magia, pero los tiempos habían cambiado y JongIn se sentía muy incómodo con ella alrededor.

            —Tenemos que esperar aquí hasta que llegue la Academia de Magia Beauxbatons —anunció la directora—. Una vez eso ocurra, el director del Instituto Durmstrang abrirá esas puertas y entraremos nosotros primero —todos asintieron—. Cuadrad los hombros, poned la espalda recta, la cabeza bien alta y la mirada fija en el fondo de la sala, pero sin mirar a ninguno de los profesores a los ojos —les aconsejó—. No mostréis ninguna emoción en vuestro rostro y sobre todo no parezcáis débiles, estamos en territorios salvajes.

            JongIn miró a sus compañeros y vio que estos estaban algo asustados, como él, por lo que no se sintió tan mal. Estaban en un lugar extraño, un lugar en el que todo era diferente a casa y era normal, pero estos también intentaban desesperadamente ocultar su miedo bajo una máscara de indiferencia, así que el chico también lo hizo.

            Solo llevaban unos minutos en el vestíbulo cuando las puertas se abrieron de nuevo y por ellas entraron los alumnos de Beauxbatons. JongIn se sorprendió al verlos, ya que la mayoría de ellos eran chicas y solo había un par de chicos en la agrupación. Todos ellos se movían al compás de una música que parecía ser solo audible para ellos y eran unos auténticos bellezones, así que JongIn se preguntó internamente si uno de los requisitos para poder entrar en aquella escuela era si eras guapo o tenías potencial para serlo.

            El chico quiso seguir admirando a aquellas personas que parecían veelas, en concreto a uno de los dos muchachos, el más alto, que había captado su atención, pero la voz de la directora lo hizo volver a la realidad.

            —Chicos, estad atentos —dijo la directora—. Las puertas se abrirán en breves instantes.

            Y tras estas palabras, los colocó en posición. En primera línea los Gryffindor, siguiéndolos se encontraban los Hufflepuff, justo después los Ravenclaw y, por último, los Slytherin. Justo cuando terminaba de acomodar la formación, las puertas se abrieron y las chicas de la Casa que iba a la cabeza la miraron. La directora dio su consentimiento para que comenzasen a avanzar y ellas lo hicieron. JongIn inspiró hondo y se cuadró como había aconsejado la mujer antes de echar a andar hacia el interior de aquella sala.

           La estancia a la que entraron era más amplia que el vestíbulo en el que habían estado esperando, pero de igual forma lúgubre y oscura. Solo estaba iluminada levemente por las antorchas que colgaban de las paredes y las velas que caían del suelo y que se encontraban sobre las mesas en los candelabros. Todo aquello le daba un aspecto de lugar en el que se encontraría el asesino en serie de las películas de terror norteamericanas. Se trataba, no obstante, del comedor y los alumnos de Durmstrang estaban sentados a las largas mesas —aunque no tan largas como las de Hogwarts—, con sus túnicas de color rojo sangre y sus abrigos de piel.

            JongIn sintió sus miradas fijas en él mientras avanzaba, pero intentó por todos los medios no distraerse de lo que tenía que hacer: mirar al frente y con la cabeza alta.

            Una vez llegaron al final de la estancia, las chicas de Gryffindor fueron hacia la derecha y luego se detuvieron allí, justo antes de llegar a la escalinata en la que se encontraba la mesa del profesorado, comenzando a formar una fila, por lo que los demás hicieron lo mismo. JongIn sintió sus piernas temblar al estar delante de aquella multitud, pero quizás no era el mejor momento para flaquear, por lo que tomó la mano de TaeMin y la apretó, buscando fuerzas. Nadie más que ellos dos se dio cuenta de aquella acción, porque todos los demás tenían sus ojos puestos en los alumnos de Beauxbatons, que avanzaban con gracia  elegancia por el pasillo central por el que habían caminado ellos momentos antes hasta situarse a su lado.

            —Bienvenidos —dijo una atronadora voz masculina a sus espaldas. JongIn tuvo la tentación de girarse para ver quién era el propietario de aquella voz, pero el apretón de la mano de TaeMin lo dejó estático y con la mirada fija en las puertas por las que habían entrado minutos antes—. Bienvenidos alumnos de Hogwarts y Beauxbatons, y también mis queridas directoras —la última parte de la frase la dijo de una forma más suave—. Como ya os he anunciado, este año se celebrará el Torneo de los Tres Magos y Durmstrang tiene el gran honor de ser la sede, por lo que tenemos que tratar muy bien a nuestros invitados —el hombre hizo una pausa—. Este banquete es para vosotros, así que comed cuanto gustéis —invitó—, a partir de mañana se abrirá el plazo para echar vuestro nombre en un trozo de pergamino en la Copa de los Tres Magos.

            Tras decir esto, las mesas estallaron de júbilo y JongIn sintió en ese momento cómo la directora McGonagall le tocaba el brazo en busca de atención, así que se giró hacia ella.

           —Sentaos donde queráis y comed, dentro de una hora regresaremos al barco. Díselo a los demás.

            El chico asintió y le pasó el mensaje a sus compañeros. Apenas un minuto después, el chico y la chica Hufflepuff se sentaban en la mesa más cercana a ellos y todos los seguían. No pudieron sentarse todos juntos porque no había espacio suficiente, por lo que tuvieron que hacerlo cada uno en un lugar distinto de la mesa. TaeMin arrastró a Jongin hasta un hueco en el que había un par de chicas de Durmstrang cerca y se sentaron allí. El menor sentía un nudo en su garganta, probablemente por todas las emociones que se agolpaban dentro de su cuerpo, pero intentó bajarlo y saludó con la cabeza a todos los que se encontraban a su alrededor al sentarse.

            Cuando estuvo acomodado, una mano apareció en su campo de visión y el chico alzó la cabeza para ver a un alumno de Durmstrang tendiéndole la mano. Con algo de indecisión se la estrechó y sintió cómo un escalofrío le recorría la columna vertebral al rozar la piel ajena. El chico tenía los ojos muy rasgados, con unas prominentes bolsas bajo estos. Parecía muy fiero y JongIn se sintió algo cohibido bajo su intensa y penetrante mirada.

            Mi nombre es Hwang ZiTao —se presentó.

            —Kim JongIn —contestó él por impulso. El otro esbozó una sonrisa gatuna en sus labios.

            —Encantado de conocerte, JongIn —susurró el chico y después no le prestó más atención, comenzando a comer. JongIn intentó también comer, pero no pudo probar demasiado el delicioso banquete que se extendía ante él porque el nudo de su garganta no bajaba por mucho zumo de calabaza que tomase antes de regresar al barco una hora después.

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