miércoles, 17 de agosto de 2016

(Jeongcheol) Secret Love -Oneshot-


Título: Secret Love

Pareja: Jeongcheol (Jeonghan x Seungcheol)

Tipo: Yaoi

Género: Romance, AU

Clasificación: G/PG

Advertencias: Ninguna

Sinopsis: Seungcheol se encuentra de forma inesperada frente a la personificación de un ángel en la Tierra. Era inevitable caer enamorado ¿Verdad?


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   El sol empezaba a esconderse en el horizonte, poco a poco, mientras despedía luces con distintos tonos rosáceos. Corría una suave brisa que arremolinaba las flores que habían caído esa tarde sobre el verde césped, que parecía inundar el interior de aquel parque. Incluso, si se alzaba la vista y contemplaba con paciencia, podía apreciarse cómo las copas de los árboles se mecían suavemente, generando un ligero ruido que apenas podía percibirse si no se prestaba la suficiente atención.

   Sin embargo, y a pesar de que el calor generado a principios de verano había disminuido, no había mucha gente transitando entre los zigzagueantes caminos de aquel lugar. Muchas personas preferirían pasar el día en su casa, sentadas cómodamente mientras el aparato del aire acondicionado se encarga de refrescar su hogar. O, quizás, decidían emprender un viaje en coche hacia la playa más próxima. Y así pasear por la orilla mientras sus pies descalzos transitan sobre la arena mojada, o sumergirse bajo las capas de espuma fresca que brotaba sobre las crestas de las olas.

   Razonable, en cierto modo, ¿verdad? Pues para alguien aquellos planes carecían de cierto atractivo, es más, no le sonaban ni remotamente interesantes. Esa persona prefería mil veces descasar tumbado sobre el césped, a la sombra de un árbol, en aquel solitario parque. Ese individuo era un joven llamado Seungcheol, quien acababa de terminar los exámenes de ingreso a la universidad.

   Frente a él se encontraba un largo verano exento por completo de preocupaciones o futuros, y extenuantes, planes. Siendo el menor de entre los hermanos, y el único hijo varón, este chico no conocería lo que significaba la palabra responsabilidad más allá de sacar a su mascota a pasear cada día y mantener su cuarto medianamente ordenado, o por lo menos en lo que quedaba de verano.

   Pero, fuera de cualquier posible malentendido, en realidad Seungcheol no era un chico vago o conformista. Ciertamente también podía llegar a demostrar ser muy maduro y trabajador cuando el momento lo requería.

   Únicamente no mostraba muy a menudo ese lado suyo. Ya que era el menor de la familia, toda la atención iba siembre dirigida hacia él y, secretamente, disfrutaba ser consentido y mimado. Pero fuera de su hogar era un chico normal, un pequeño adulto que sabía ser responsable con aquello que le concernía o lo que dependía de él.

   Como en aquel instante que, mientras a ojos ajenos parecía echarse una siesta bajo aquel árbol, lo que de verdad estaba haciendo era esperar a alguien. Pero, una vez más hace falta una más extensa explicación, ya que esta declaración podría tergiversarse o no llegar a entender su verdadero sentido.

   En realidad Seungcheol no había acordado encontrarse con ningún conocido en aquel lugar, cómo cualquiera podría pensar, sino que, simplemente aguardaba la llegada de un completo desconocido.

   En un principio podrá sonar extraño, y es por eso que inevitablemente debe explicarse todo desde el principio, volviendo a penas unas semanas atrás. Cuando Seungcheol aún no había caído en una red invisible que pronto le atraparía, y que le haría volver cada día a aquel parque. Esperando pacientemente en el mismo lugar, y a la misma hora, sin falta desde entonces.

   Todo empezó hace poco más de un mes, cuando las flores aún mantenían su esplendorosa belleza adornando las ramas de cada árbol en el lugar. Cuando aún el calor no te obligaba a buscar una sombra en la cual guarecerte, y mientras aún podía oírse a los niños reír mientras jugaban, no muy lejos de donde nuestro protagonista se encontraba.

   Como cada día, desde hacía casi tres años, se encontraba sacando a pasear a su mascota, un golden retriever de color canela. Aún entonces, cuando Seungcheol recordaba el momento en que lo adoptó y llevó a su casa, una brillante sonrisa seguía aflorando en su rostro como si fuera el primer día. Desde joven había sido un febril amante de los animales y, tras años de constante súplica a sus padres, consiguió que le permitiesen tener una mascota en casa.

   Acabó adoptando un perro, aunque tardó un día entero en eligir a su actual mascota, ya que fácilmente caía enamorado por cada animal que había en la tienda. Casi del mismo modo en que amaba a los animales, este adoraba ir de acampada con su familia cada verano a la montaña, o visitar el mercado de las flores junto a la estación de metro de Suangpyul. En realidad toda la naturaleza le parecía excitante y maravillosa, y por eso mismo a veces se vió envuelto en situaciones bastante molestas.

   Al vivir junto a sus hermanas nunca tuvo ningún problema con mostrar que le gustaban los cachorros, las flores o las mismísimas estrellas. Pero llegó un momento en el que sus compañeros de clase empezaron a insinuar de forma burlona que era demasiado afeminado. Por eso, y porque no quería que nadie le molestara, dejó de decir que le gustaban las cosas bonitas.

   También desde entonces había empezado a practicar varios deportes en sus ratos libres, como el fútbol, el baloncesto y el tenis. A causa de ello su cuerpo se había desarrollado y adoptado una complexión atlética, aportándole una imagen más masculina y, en ocasiones, casi intimidante.

   El único rasgo que permaneció intacto fueron sus grandes y brillantes ojos. De pequeño siempre resultaba adorable cuando hacía pucheros para llamar la atención, pero ahora estos también podían parecer amenazantes si se lo proponía. A él no le agradaban especialmente, pero a sus hermanas aún les gustaba pedirle que pusiera ojitos tiernos y hablara como un niño, de vez en cuando. Y eso era algo de lo que no podía escapar, a pesar de haber crecido.

   Del mismo modo en el que no podía delegar sus obligaciones a otros, como era el deber de sacar a su mascota tres veces al día. Daba igual si al día siguiente tenía un examen, o esa tarde necesitaba terminar un trabajo importante. El mismo día que recibió a su ansiada mascota también recibió la responsabilidad de cuidar de ella. Sin embargo no era algo de lo que se quejase, ya que él mismo sentía que era su obligación, y nunca intentó librarse de ello. Además, se había convertido en parte de su rutina diaria.

   Cada mañana se despertaba temprano para el primer paseo del día y, mientras sus hermanas se encerraban en el cuarto de baño, él caminaba junto a su mascota hasta aquel parque y luego volvía a su casa a tiempo para meterse en el coche e ir al instituto. Más adelante, tras haber pasado las cinco de la tarde, volvía a salir para una más larga caminata aprovechando las cortas horas de luz en el invierno. El último paseo del día era el menos arbitrario, ya que podía decidir salir antes o después de la cena, y casi siempre solía dar unas pocas vueltas a la manzana para luego volver a su hogar.

   Pero conforme la llegada del verano se hacía más próxima, las horas de luz y el calor aumentaron casi de manera exponencial. Por ello la hora de la salida de la tarde se fue atrasando a las siete de la tarde, para luego aplazarla hasta las ocho y media. Lo que le obligaba a tener que sacar por tercera vez a su mascota cerca de las once de la noche, incluso a las doce, en el peor de los casos.

   Por ese cambio de horaria tan abrupto y porque los exámenes de final de curso le empezaban a agotar, tanto física como mentalmente, no pudo evitar dormirse a la sombra de un árbol pequeño mientras su mascota descansaba echada sobre sus piernas una tarde. Fue al notar el tirón de la correa, deslizándose y escapando de su muñeca, lo que le despertó de forma súbita.

   De pronto se encontró casi sin luz a su alrededor, más que las de las últimas luces del ocaso, y el de las farolas que alumbraban a ambos sentido de los caminos embaldosados que surcaban el parque. Sin embargo no se asustó por haberse quedado dormido, más bien fue por ver cómo su perro parecía querer abalanzarse sobre una inocente chica que había pasado corriendo frente a ellos.

   Seungcheol se levantó de golpe intentando apartar todo rastro de sueño y alcanzar a su mascota, mas esta consiguió alcanzar a la muchacha primero, colocándose frente a ella y provocando su frenada en seco. Por suerte no ocasionó ningún accidente y, además, esta no gritó ni pareció asustada a causa del animal, algo que Seungcheol le agradeció internamente mientras llegaba junto a ella.

   Ya había ideado una disculpa en su mente cuando se colocó junto a su mascota y agarró la correa para evitar que volviera a salir corriendo de repente. Pero entonces, la chica se giró hacia él con una expresión sorprendida, haciéndole olvidar de pronto su discurso. Sin embargo, su repentina mudez tenía una explicación diferente a lo que muchos podrían pensar a estas alturas de la historia.

   Porque, en realidad, no era una chica lo que su perro había conseguido atrapar, sino un muchacho de pelo largo y complexión delgada que, además, poseía un rostro muy atractivo. En verdad supo que era un hombre porque, al estar tan cerca, pudo ver su nuez y además notó unos pectorales ligeramente marcados bajo la camiseta, impregnada por el sudor de este.

   - Lo siento, - se apresuró a decir una vez que se percató de que había permanecido callado demasiado tiempo - espero que mi perro no te haya asustado. Echó a correr detrás tuyo antes de que pudiera detenerlo.

   - Oh, no pasa nada. - respondió el otro con una voz realmente dulce -. Pero ten cuidado, sería una pena si se te escapara.

   - Sí, lo tendré. - prometió avergonzado mientras agarraba con más fuerza la correa.

   El desconocido sonrió de repente congelando en el lugar a Seungcheol para, casi al instante, emprender nuevamente su carrera. Pero antes de alejarse demasiado echó la vista atrás y volvió a sonreír al dueño del can que, sin proponérselo, le despidió sacudiendo la mano. Acción de la que se avergonzaría más tarde.

   Era un hecho más que sabido que se sentía fascinado por aquel muchacho, desde el primer momento en que posó sus ojos en él algo en su interior se removió. Ciertamente siempre le habían atraído las cosas bonitas, pero nunca llegó a pensar que podría utilizar ese tipo de adjetivo con un chico, y menos uno que aparentaba tener su misma edad.

   Durante los primeros días siguió notando la presencia de aquel muchacho transitar aquel mismo tramo del parque, y a la misma hora, pero no le dió mayor importancia. En realidad, tras comprobar que ningún día se ausentó de aparecer corriendo por ahí, supuso que siempre lo había estado haciendo pero él nunca notó su presencia.

   Mas, de lo que verdaderamente no pudo darse cuenta fue de que, tras la primera semana observándolo, Seungcheol siempre intentaba ocupar el mismo lugar, para poder verle pasar. Fue una tarde en la que se encontró a sí mismo apremiando a su mascota para que caminara más rápido, y de ese modo poder llegar a tiempo al lugar por el que el desconocido transitaría, en la que descubrió que aquel muchacho no le parecía únicamente atractivo.

   Pronto la segunda semana pasó, y luego otra, y más tarde la siguiente. Pero hiciera calor, lloviera o su perro intentara resistirse a ser conducido al mismo lugar, Seungcheol siempre esperaba fielmente al guapo extraño con el que se moría por volver a hablar. Comprendió que era tarde para retomar la corta presentación que tuvieron hacía casi un mes, y se recriminó por no haberlo saludado al menos los primeros días que siguieron a aquel encuentro.

   Al final su fanatismo quedó reducido y límitado a contemplarlo en silencio tras unas gafas de lentes oscuras, unos pocos segundos al día. Aunque, durante los últimos días había soltado la correa de su perro cuando el muchacho pasaba frente a ellos con la esperanza de crear así un segundo encuentro. Pero su mascota parecía no querer colaborar y correr tras él debido al calor que hacía siempre. Por lo que tuvo que volver al plan de los anteojos negros y espiar al chico desde lejos.

   Nunca creyó hacer algo malo al observar al muchacho cada día, y pensó que no le acabaría haciendo daño a nadie. Ya que nunca sintió que pudiera estar acosando a alguien por solo mirar un poco, ya que no intentó seguirle o algo por el estilo, solo sentía cierta atracción y curiosidad hacia él. Pero la gente suele decir que “la curiosidad mató al gato” por una buena razón.

   Aquella tarde el desconocido parecía haberse retrasado, ya que solía aparecer cuando las farolas comenzaban a emitir aquella tibia luz que alumbraba ligeramente los caminos del parque. Sin embargo Seungcheol no se puso nervioso ni se impacientó, y continuó esperando tendido sobre la hierba mientras acariciaba una flor entre sus dedos. Entonces oyó el ruido de una voces, y una ligera y tímida risa, acompañados por el golpe de unos pasos.

   Con una sola mirada pudo reconocer al muchacho que le había robado el aliento hacía un mes, y entonces reparó en otra presencia, más baja y esbelta. No pudo evitar sentirse dolido cuando vió como una adolescente había logrado enredarse alrededor del brazo del chico que... ¡Mierda! El chico que le gustaba. Por un momento se planteó volver a recostarse y aparentar estar dormido, pero antes de que pudiera llevar a cabo su plan vió horrorizado como la muchacha avanzaba a grandes zancadas hacia él.

   - ¡Oh! Pero que mono es... - dijo esta colocándose junto a su mascota con una amplia y recta sonrisa plasmada en el rostro, y por un momento, Seungcheol maldijo que tuviera unos dientes tan perfectos - ... ¿Puedo tocarlo?

   - ¿Eh? - en ese instante había advertido cómo el otro chico había empezado a acercarse a ellos, disparando por completo el ritmo de su corazón, mientras que el resto de su ser entró en un estado de pánico – Sí, claro.

   Fue apenas un murmullo pero pareció que la chica consiguió oírle ya que comenzó a acariciar con afán a su perro. Mientras, el desconocido ya estaba frente a él con una pequeña sonrisa naciendo en la comisura de sus labios y con los ojos puestos en Seungcheol, quien creía que iba a morir asfixiado en ese momento.

   - Es muy mono, ¿a qué sí, Oppa? - dijo esta mientras miraba el chico del pelo largo casi instándolo a responder afirmativamente.

   El dueño del animal ni siquiera pudo permitirse hacer una mueca de desagrado cuando escuchó como ella lo llamaba con tanta confianza. A cada instante se sentía más ridículamente pequeño e incómodo, y quizá un poco idiota por haberse enamorado de una persona que ya tenía pareja, una del sexo contrario.

   - Claro, y tiene un pelaje precioso. - respondió este desviando un instante la mirada hacia el perro, que disfrutaba enormemente ser el centro de tantas caricias y cumplidos -. Pero ya nos conocimos antes... - dijo dirigiéndose nuevamente hacia Seungcheol.

   - Eh, sí, hace algún tiempo. - musitó Seungcheol, quien se encontraba cada vez más avergonzado por estar entre aquellos dos.

   - Soy Jeonghan, por cierto. - se presentó el otro mientras pasaba ligeramente la mano sobre la cabeza del animal -. Y ella es Jeongmin.

   - Encantado, yo soy Seungcheol – le dolía saber finalmente su nombre cuando ya no podía hacerse más ilusiones, pero al menos le quedaría eso.

   Cuando finalmente llegó a su casa aquel día cenó rápidamente y, habiendo llegado la hora del tercer paseo diario antes de irse a dormir, se acercó a una de sus hermanas y le pidió que sacara al perro es su lugar, alegando no encontrarse bien. No tuvo que mentir ya que no se encontraba con ánimos de salir nuevamente aquel día.

   - Al menos ha pasado antes de que me afectase más. – se dijo, intentando animarse.

   Nunca pensó que faltaría a ver a Jeonghan correr por el parque, sin embargo, eso fue lo que ocurrió a la tarde siguiente. Uno de sus amigos le había invitado a pasar el día en su piscina, y aunque hubiera querido resistirse no encontró una buena razón para rechazar la oferta. Tampoco era que prefiriera ver a un extraño, con el que nunca podría tener nada, frente a disfrutar de una tarde en compañía de un buen amigo.

   Pero en el camino de vuelta a casa se detuvo frente a la entrada del parque, debatiéndose internamente entre adentrarse y echar un vistazo o llegar a su hogar a la hora de la cena. Pensándolo bien no sabía ni siquiera por qué se planteaba dar una ojeada al lugar. Sinceramente, ¿qué era lo que esperaba?

   - Él ya se habrá marchado. – se dijo en voz baja.

   Por otro lado, era una tontería querer comprobar si aquel muchacho aún seguía por ahí. Ya era de noche y debía volver a casa. Pero, a pesar de todo, sus piernas comenzaron a moverse con voluntad propia, conduciéndole al interior del parque.

   En apenas un minuto ya se encontraba sentado bajo el mismo árbol a la espera de algo, más bien alguien, que nunca iba a llegar. Había malgastado su oportunidad de verlo ese día. Como un niño que despilfarra todo su dinero en un juguete, o golosina, y luego se arrepiente tras posar los ojos en otra cosa más interesante.

   Las farolas ya se habrían encendido hacía tiempo, alumbrando el camino empedrado que discurría frente a los ojos de Seungcheol, a pocos metros de donde él se encontraba sentado. Aún no había oscurecido del todo y pensó que eso le permitiría estar allí unos minutos más, puesto que aún le sobraba tiempo hasta la hora de la cena.

   Más, poco a poco, la luz anaranjada del alumbrado público parecía ganar intensidad frente a las últimas luces del día. Las sombras oscuras no tardaron en aparecer y llenar el lugar con un ambiente triste y frío. Al mismo tiempo que Seungcheol parecía hundirse más y más sobre el césped. Se sentía como un idiota por no poder moverse de allí y, muy en el fondo, por guardar aún la esperanza de que Jeonghan hubiera advertido su ausencia aquel día.

   Sonrió con tristeza al escuchar sus pensamientos y, echando un último vistazo a su alrededor, se levantó y comenzó a caminar hacia la salida del parque. Apenas dió una docena de pasos cuando oyó unas fuertes pisadas detrás suyo y una voz que parecía dirigirse a él.

   - ¡Eh! ¡Espera!

   Se giró aún cuando no creía que nadie podía estar llamándolo, y entonces se encontró al mismo chico de cabello largo que le había robado el corazón corriendo hacia él.

   - ¿Q-qué haces aquí? - preguntó cuando Jeonghan finalmente se detuvo frente a él con una expresión cansada plasmada en su angelical rostro – Es muy tarde para correr.

   - Supongo que lo mismo que tú. – respondió con una sonrisa mientras colocaba las manos en sus caderas, e intentaba relajar su respiración.

   Por un momento sus mejillas hicieron el amago de sonrojarse creyendo que le había estado esperando, que había seguido corriendo por aquel tramo sin descanso hasta que él apareciera. Pero consiguió recordar que estaba hablando con un chico que ya tenía novia, y que su motivo podía ser diferente al suyo.

   - No lo creo... - respondió escondiendo sus manos en los bolsillos de los pantalones, e intentando aparentar que aquello no le afectaba tanto.

   - ¿No? Yo creo que estabas aquí esperando verme, – nada terminar de hablar avanzó un paso hacia Seungcheol y le miró fijamente – cómo has estado haciendo las últimas semanas.

   - Te equivocas, estoy pasean.. - sintió pánico al comprender que esta vez no tenía a su perro al lado apara poder atestiguarse, y se maldijo por ello.

   - Ya veo. - dijo entonces Jeonghan riendo -. Así que eres un acosador tímido...

   - No, no, no lo soy. - se defendió con rapidez, aunque en ese momento no pudo evitar por más tiempo no ruborizarse.

   Tenía que encontrar una salida a aquella encerrona. Jeonghan sabía que lo había estado observando durante todo ese tiempo, entonces eso significaba que ayer se acercó hasta él para mofarse mientras le mostraba que ya tenía novia. Y ahora iba a dejar claro que no le iba a consentir más tiempo aquella actitud, le iba a pedir que no volviera por allí.

   - Creo que no has oído que estoy aquí para lo mismo que tú, o sea, para verte. - habló el del cabello largo sin dejar de observar al mayor de los dos.

   - Oye, lo siento, no volveré a hacerlo. - se disculpó de inmediato dando un paso atrás para poner una distancia segura entre ambos antes de que Jeonghan le lanzase un puñetazo.

   - Sigues sin entenderlo al parecer... - dijo este mientras echaba hacia atrás un mechón de pelo que había caído sobre su cara - ...Yo también estoy aquí porque esperaba verte, quería verte...

   En ese instante Seungcheol vió ante sus ojos a aquel decidido muchacho, que parecía estar dispuesto de pelear contra él hasta hace un segundo, bajar la vista al suelo y actuar con timidez.

   - ... Porque tú también me gustas Seungcheol, y lo de ayer fue un intento de volver a tener una conversación contigo. - explicó con dificultad y marcada vergüenza -. Incluso tuve que pedirle ayuda a mi hermana pequeña para acercarme de nuevo a tí, y pensaba que hoy podría saludarte de nuevo pero no apareciste. Y no sabía si irme o dar unas vueltas más hasta poder verte...

   Durante unos segundos el mayor de los muchachos permaneció callado y con los ojos bien abiertos como si no diera crédito a lo que escuchaba de labios del chico que, hasta entonces, le había parecido inalcanzable.

   - ¿Yo... - dijo aún sin salir de su asombro - ...te gusto?

   En ese instante Jeonghan empezó a reír nerviosamente y sacó un papel del bolsillo de sus pantalones y se lo entregó mientras mordía su labio.

   - Ya es muy tarde, y tengo que volver a casa. - dijo mientras empezaba a alejarse de Seungcheol -. Si crees que te gustaría salir algún día y vernos en otro sitio que no sea este parque, mándame un mensaje, ¿vale?

   Solo en ese momento pudo ver el rostro sonrojado de Jeonghan y comprendió que también él se sentía avergonzado con aquella situación. Entonces sonrió feliz y apretó aquel trozo de papel entre sus dedos con confianza renovada.

   - Lo haré. - afirmó con seguridad y con una radiante sonrisa.

   - Entonces... Ya nos veremos, Seongcheol. - respondió el otro mientras comenzaba a correr.

   - Sí, ya nos veremos...

   Nunca creyó que pueda sentirse tan feliz de ver a Jeonghan alejándose de él. Pero cuando aquella noche observó al chico de cabello largo y sedoso marcharse sintió que realmente podría morir de alegría. Por que ahora no eran un amor imposible el uno para el otro y porque aquello definitivamente no era una despedida.

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