lunes, 6 de junio de 2016

(HongNi) My neighbor -Oneshot-


Titulo: My neighbor

Pareja: HongNi (HongBin + Zinni)

Tipo: Hetero

Genero: Lime, fluff

Clasificación: T/T

Descripción: Como vecinos nunca se han llevado bien, pero por un extraño motivo, algo une a Zinni y a Hongbin.

Advertencias: Hm… ninguna, creo yo.(?)

Nota de la autora: ¡Hola! Por aquí os dejo este oneshot protagonizado por HongBin de VIXX, y de Zinni, ex miembro de GLAM, ya que el grupo, por desgracia para mi, se ha disuelto, aunque sé que ella iba a debutar en otro grupo. Este oneshot fue un pedido por Diana así que va dedicado a ella, espero que le guste y a todos vosotros también ¡Besitos! ¡nos leemos!

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-Cariño, necesito que le lleves a la vecina la caja de medicamentos que hay en la mesa de la cocina ¿puedes?

-Por supuesto, mamá.

Sin rechistar ni protestar, dejó a un lado su guitarra, con mucho cuidado, y fue directo a la cocina.

Los medicamentos estaban en la encimera. Al tomarlos se fijó que eran para el refriado. Su hermano estuvo estos días anteriores malo. Seguro que no había medicina en casa en eses momento, y su madre tuvo que pedírsela a la vecina, ya ¡hora le tocaba volver a devolverse a él.

Antes de salir, se fijó en el espejo de la entrada que no tenía las mejores pintas para salir a la calle. Una camiseta de tirantes holgada, pantalones de deporte anchos y el pelo, como no, totalmente alborotado.

Se encogió de hombros y se dispuso a hacer la tarea que le había encomendado su madre. No iba de fiesta ni nada similar, solo a llevarle un recado a la vecina, y de vuelta a casa. Nadie lo iba a ver en ese tramo de tiempo, excepto la vecina, claro.

Salió sin coger las llaves de casa. No le llevaría mucho tiempo hacerlo, así que no le harían falta. Tan solo deseaba no cruzarse con la hija de la vecina, Zinni. Una chica un tanto irritante, que cada vez qiue lo veía le dedicaba una sutil cara de asco que él creía que ensayaba cuando tenía tiempo libre.

Vivian en un barrio tranquilo, y su casa estaba justo al lado de la de su vecina, solo la separaban un tramo de jardín y una valla. Así que en unos segundos ya se encontraba frente a su puerta, esperando que le abriesen.

-Og, tú ¿Qué quieres? –Y ahí estaba la cara de asco. No había tenido mucha suerte y le había abierto ella, Zinni.

-Solo traigo unos medicamentos que tu madre nos dejó. Estos son nuevos, que los compró…

-¿Así que tú los tenías? –No le dejó acabar. Le quitó la caja de las manos de manera bruta, y sin dejar de ponerle esa cara de asco.

-Bueno, yo no, tu madre se lo dejó a la mía para mi hermano, no a mí.

-Sí, sí, lo que tú digas, piérdete –Zinni sin mirarlo a los ojos, fue a cerrarle la puerta en la cara, pero una mano se lo impidió, haciendo que tuviera que abrir la puerta de nuevo.

-No he acabado aún, ya que estoy aquí me gustaría saber algo –Hongbin había puesto una mano en la puerta para impedir que se la cerrase.

-¿Qué es lo que quieres? –Preguntó ella algo desquiciada. Se le notaba en la voz, pero eso a Hongbin no le importaba demasiado.

-Me gustaría saber qué motivos te he dado para que me trates tan mal. Creo que los necesito.

Desde el primer recuerdo hasta el último que tenia de su vecina, eran malos. Situaciones en las que ella lo despreciaba o bien lo trataba como si fuera de lo peor. Como si su presencia le molestase, pero la verdad es que nunca había hecho algo para que se molestase con él. Por lo menos, él no recordaba que hubiese hecho algo, y le gustaría saber.

-El único motivo es tu cara de insufrible y niño mimado, además de esa manía de ir incordiando a la gente.

-¡Yo no te he incordiado nunca!

-Lo estás haciendo ahora.

Y sin darle tiempo a reaccionar esta vez, Zinni ahora sí que cerró la puerta de la casa en su cara, dejándole con la palabra en la boca.

Que chica más explosiva. Por lo menos le había devuelto los medicamentos y sin acabar con algún miembro roto. Algo es algo.

Seguía sin entender los motivos que esta chica tenía con él, tampoco se los había dado concretamente. Jamás le hizo nada. Pero no tenía nada de lo que extrañarse si desde que eran unos críos lo trataba igual o peor.

-¿Qué tal te ha ido? Parece como si te hubiera pasado por encima un camión.

Su madre pasó justamente por la entrada cuando él estaba entrando en la casa ¿tan demacrada y derrotada se le había quedado la cara después de lo sucedido?

-Simplemente me he encontrado con la hija de la vecina.

-¿Con Zinni?

-Sí, y al parecer la he pillado de mal humor. Aunque yo diría que siempre la pillo de la misma manera.

-No digas eso, Hongbin. La pobre chica no tiene una vida fácil y lo sabes –Su madre intentó suavizar la situación con la misma historia de siempre que ya se la sabía de sobre, pero aun así, la dejó hablar.- Desde que su padre las abandonó, y la madre tuvo que salir a ganar algo de dinero para poder vivir, ella se tuvo que encargar de la casa, de comprar las cosas y de la limpieza. Maduró antes de tiempo.

-Pero tampoco es para llevar amargada más de diez años.

Lo que les pasó no es una excusa para el trato que le daba, porque lo hacía desde hace mucho más tiempo, desde mucho antes que su padre se largara sin decir nada, así que eso no le servía como motivo.

Pero de todas maneras no iba a ponerse mal ni a calentarse la cabeza por una niña malcriada. Abandonó todo pensamiento de los últimos minutos vividos y se fue de nuevo con su guitarra.



***



Después de haber pasado cerca de una hora corriendo, lo primero que hizo fue meterse en la ducha. El agua caía sobre su cuerpo y el pelo se le pegaba a la frente, pero con una mano se echó el cabello hacia atrás lentamente, dejando que el agua cayera sobre su rostro.

Le gustaba estar bajo el caño de agua. Sentía como su cuerpo se relajara, como si en esa casa y en ese mundo solo estuviera él, y no existiera ningún tipo de problema. Pero esa paz, como era de esperar, acabó pronto.

-¡Hongbin! ¡Sal ya! ¡Que me toca!

Su hermano aporreaba tan fuerte la puerta que parecía que en cualquier momento la echaría abajo. Sin hacer que protestase más, cortó el agua y salió de la ducha. Intentó alcanzar una toalla y envolvérsela alrededor de la cintura.

Aun con gotas de agua cayendo por su cuello y por su amplio pecho, salió del baño, para encontrarse con su hermano, apoyado en el marco de la puerta, esperando impaciente.

-Ya era hora, tardón.

No le dio tiempo ni a parpadear cuando ya se había metido en el baño y cerrado la puerta tras de sí. Algo desconcertado, Hongbin fue directo hasta su habitación, sin entender a que venían esas prisas por darse un baño.

No tenía pensamiento de salir esa noche, así que se puso directamente la ropa que usaba como pijama. Unos pantalones cortos y una camiseta de propaganda que daban por cualquier cosa.

Ahora era su momento de descanso. Tumbado en la cama bocarriba, miraba el techo pensando en que haría al día siguiente. “Lo mismo de siempre, supongo” pensó antes de que un pesado suspiro cargado de resignación escapara de sus labios.

Todos los días de su vida eran iguales, monótonos y aburridos. Ya podría cambiar aunque solo fuera un poco, lo deseaba cada noche antes de dormirse.

Se estaba quedando dormido, ya tenía un pie casi en el mundo de los sueños cuando unos sonidos similares a unos gemidos lo despertaron.

Asustado y pensando mal, se incorporó de la cama y se concentró en volver a escuchar aquello para saber de dónde venía. Los gemidos volvieron a escucharse. No era en el sentido que él creía –que mente más sucia- eran gemidos de lamento, como si alguien estuviera llorando ¿pero quién podía llorar a esas horas?

Se levantó de la cama y se movió por el cuarto para ver de dónde podía proceder.

Parecía una chica. Esos lamentos parecían de una chica. Pero su madre no podría ser porque no se encontraba en casa, y no había ninguna chica en casa o lo sabría. Así que solo le quedaba una opción.

Se giró hacia la ventana de su habitación y allí la vio. Arrodillada en el suelo y echada sobre la cama, Zinni parecía llorar de manera desconsolada.

Se vio a sí mismo como un puro y completo inútil. Allí parado en frente de la ventana viendo como una chilla lloraba desde la suya. Y es que las ventanas de ambos daban una a la otra. Él nunca se había parado a mirarla así, pero algo dentro de él se enterneció al ver a su dura y fría vecina tan desolada.

Allí parado sin saber qué hacer, comenzó a ponerse nervioso ¿se iba, se quedaba allí o la ayudaba? ¿Pero cómo hacia eso?

Miró a un lado y luego a otro, y luego echó un vistazo por la ventana para examinar la casa de la vecina.

No había más luces encendidas en toda la casa, así que ella debería estar sola. Y si no recordaba mal, había una llave de su casa en la entrada de la suya, por si alguna vez la vecina, a la madre, le pasaba algo y necesitaba entrar a su casa.

Se fue de su habitación casi corriendo, hasta la entrada. Sin apenas mucha luz para ver, buscó la llave y algo de calzado para ponerse a ciegas. Pero cuando lo tuvo todo, tras darse varios golpes con todo, se escapó de casa, ya que ni avisó a su hermano de que saldría.

Angustiado llegó hasta la puerta de la casa de su vecina. La puerta se le estaba resistiendo. Las manos le temblaban y no conseguía meter las llaves por la cerradura, ya que tampoco había buena luz.

Cuando consiguió entrar, se recordó a sí mismo no hacer mucho ruido. Nunca había estado en esa casa y a oscuras no vería muy bien, así que cuando cerró la puerta y todo se quedó a oscuras, no le quedó más remedie que esperar allí de pie a que sus ojos se acostumbraran.

Rezaba porque no hubiera nadie más encasa como él había deducido. Las manos le sudaban por los nervios ¿pero por qué? Solo iba a intentar ayudar a su vecina, nada más ¿no?

Con los ojos acostumbrados ya, pudo ver donde estaban las escaleras que subían a los dormitorios. Apoyado en la baranda, subió escalón por escalón lento y con cuidado, lo que le faltaba ahora, era caerse.

Al llegar al final de las escaleras fue fácil saber cuál era el cuarto de Zinni ya que la luz se colaba por debajo de la puerta ¿qué le diría al verla? Ni él mismo lo sabía así que con la mano ya puesta en el pomo de la puerta, decidió dejar que sucediera lo que tuviera que pasar.

Al abrir la puerta pudo ver que su vecina se había calmado un poco, ya no sollozaba tan fuerte, pero aun así seguía en la misma postura que cuando la había visto por la ventana.

-¿Qué estás haciendo tú aquí? –No le hizo falta decir nada. Ella lo escuchó entrar y levantó la cabeza al momento.

A Hongbin se le encogió el corazón y le costaba tragar. No lo miraba con asco como siempre, sino con miedo. Además, tenía el rostro rojo y los ojos hinchados de llorar. Quiso abrazarla en ese momento, pero se contuvo.

-Yo… yo te escuché llorar y al ver que estabas sola, pensé que podría ayudarte.

-¿Cómo has entrado?

-Con las llaves de repuesto que hay en mi casa –Al enseñarle las llaves ella pareció entender, pero incomoda por la situación. Intentó ponerse en pie para echarlo.

-Vete, no necesito ayuda de nadie, y menos la tuya.

-No me iré –esta vez Hongbin no le haría caso. Vio en sus ojos dolor y tristeza, y aunque no lo hubiese tratado bien, no la dejaría sola.- Quiero ayudarte.

-¡Que te vayas!

-No.

-Serás imbécil –Zinni se le acercó para darle una bofetada, pero Hongbin fue más rápido y le cogió la mano por la muñeca. En los ojos de ella ardía una intensa rabia, rodeada de una profunda tristeza. Estaba tan cerca d ella que podía aspirar su olor a coco.

-Suéltame.

-No.

-¡Pues vete!

-Tampoco lo haré.

-¿Entonces que mierda quieres? –Zinni intentaba soltarse pero al verla de esa forma, tan débil y rota por dentro, Hongbin tuvo un impulso, que jamás pensó que tendría con ella, pero que tampoco detuvo.

Tiró de su brazo para que acabara pegada a su cuerpo y soltándole la muñera, la abrazó. Pero no un abrazo cualquiera. Era un abrazo cariñoso, con el que quería tranquilizarla y hacerle entender que solo quería ayudarla. Y al parecer, le funcionó.

Notó como ella relajaba todos los músculos de su cuerpo y le devolvía el abrazo. A los pocos segundos y con el rostro de ella hundido en su pecho, la escuchó llorar de nuevo.

No la detuvo, la dejó para que descargara todo el dolor que sintiera, mientras le pasaba una mano por la cabeza. Tenía un cabello muy suave.

No sabía porque aquella chica tan fuerte podía haberse derrumbado, pero pasaron algunos minutos así, abrazados de pin en la puerta de su habitación hasta que ella cesó de llorar.

-¿Te encuentras mejor? –Sin saber bien que hacer en ese momento, Hongbin preguntó, pero no obtuvo respuesta.

No intentó que se separar de él, pero sí que intentó que poco a poco llegaran hasta la cama, y allí, la hizo sentarse y él con ella, para que estuvieran más cómodos, ya le dolían las piernas de estar de pie.

-No deberías haber venido –Acabó diciendo Zinni mirando sus propias manos.

-¿Por qué no? Te he visto mal y quiero ayudarte en lo posible.

-Pero yo no te he tratado muy bien que digamos, no deberías ayudarme.

-Eso no importa ahora –Arriesgándose a que reaccionara de mala manera, pasó un brazo por sus hombres y la atrajo a él, pero ella no se lo impidió.

-Lo siento, yo… -Dijo, con una voz que parecía que volvería a empezar a llorar en segundos.- No es que te odie ni nada similar… es que siempre estas alegre y tienes tantos amigos… Que a mí me da mucha rabia porque yo no tengo a nadie, por eso no te soporto.

Sin quererlo o queriendo, no sabría decir, Zinni acabó siendo los motivos que tanto él deseaba saber. Por un lado se sintió agradecido, por fin lo sabía, y por otro lado, estaba más bien apenado.

-¿Por eso estás tan mal? ¿Te sientes sola? –Zinni no le respondió, solo soltó un profundo suspiro. Hongbin notaba como temblaba a su lado.- No estarás más sola a partir de ahora.

-¿Qué dices? –Zinni levantó el rostro para mirarlo bien. Parecía que no llegaba a comprender lo que le acababa de decir.- Si es una broma, te la puedes ahorrar.

-No es ninguna broma, ahora que sé por qué me odias, quiero ayudarte.

-No te entiendo, menudo imbécil eres.

-Gracias, pero no te dejaré sola –Dejándose llevar por el instinto, Hongbin posó su frente en la de la chica, manteniendo el contacto visual y a escasos centímetros, sus labios. Estaba deseando besarla ¿qué le estaba pasando?

-Estás loco –A pesar de ser consciente de la poca distancia que había ahora entre ellos, parecía no importarle a Zinni.

Mientras él, no podía evitar sentir esas terribles ganas de besarla. Bajó la mirada a sus labios, tan finos y tentadores, necesitaba sentirlos, pero para hacerlo, arriesgaría mucho. En aquellos momentos, no le importo nada más que no fuera besarla.

Cuando sus labios se unieron a los de ella, sintió como si no hubiera nada más a su alrededor. Aquello no estaba bien. Pero al probar el contacto con sus labios, no pudo detener lo inevitable.

Al principio fue un beso tímido, ambos no entendían del todo lo que estaba pasando. Pero el beso no tardó en tornarse algo más pasional.

Sus labios danzaban a la misma vez con movimientos tan intensos que algo estaba despertando en ellos. Zinni había capturado su labio inferior con los diente, y mirándolo directamente a los ojos, tiró de él antes de soltarlo.

Un calor ascendía por el cuerpo de Hongbin cuando la chica hizo eso. Con una mano, agarró su cabello por detrás, haciendo que abriera un poco la boca y aprovecharse con la suya, rozando la de ella. Un sentimiento de necesidad de más, se apoderó de ambos.

Sus lenguas jugueteaban entre sí, entrelazándose. Zinni puso sus manos sobre su pecho y lo empujó hacia atrás para que cayera sobre la cama tumbado. Subiéndose a horcajadas sobre su cuerpo, no dejó de besarlo en ningún instante.

Hongbin posó las manos sobre las caderas de ella, notando el calor que transmitía su cuerpo. Un deseo incontrolable por ella se hacía dueño poco a poco de él y la idea le gustaba.

Apenas habían separado sus labios para poder respirar, pero el beso no se cortó. Un beso húmedo y fogoso donde tanto sus lenguas y sus labios jugaban un papel fundamental.

Le gustaba el sabor de sus labios, el tacto de su juguetona lengua y la intensidad del beso. Por un momento le preocupó volverse adicto a sus labios. Ambos no supieron decir cuánto tiempo estuvieron besándose como si se devoraran, pero no le importó.

Hongbin recorría con sus manos el cuero de Zinni por debajo de su camiseta. Su suave piel, tan cálida y apetitosa, lo estaba incitando a más. Incluso cuando sus labios se separaron, comenzó a echar de menos su sabor, por eso mismo, no dudo en recorrer su níveo cuello a besos.

Entre caricias, besos y sentimientos que estaban fluyendo, ambos acabaron desnudos, dejando claro que había algo oculto en ellos que ahora los había unido a pesar de todo.

Ahora se sentían unidos, como en un solo cuerpo y solo esperaban que aquello nunca acabara.

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